El fuego adormecía a los hombres de la partida de caza, que reunidos a su alrededor, esperaban el amanecer para dar comienzo a la cacería. Faltaba apenas un ahn para que la luz, despertara sus entumidos cuerpos y los pusiera prestos tras el rastro de la presa.
Bebían algo caliente y esperaban. Rompiendo el silencio del momento, uno de los hombres, quizás el mas despierto del grupo, intentó animar a sus compañeros, pidiéndole al tarsman que los acompañaba, un relato. Tenía fama de buen narrador y en muchas ocasiones sus historias los habían mantenido despiertos en noches de vigila forzada.
-“¡Eh, tarsman! Danos algo en que pensar, hombre. ¡Cuéntanos una historia!
El tarsman dejó de mirar la danza de las llamas en la hoguera y negó con la cabeza. No era el momento, no era la hora. Pero todos los hombres a coro, comenzaron a increparle su negativa, y amenazaron entre bromas, con dejarlo solo delante de la bestia, si acaso lograban encontrarla.
No tuvo más remedio que sacudirse la somnolencia y dando un largo trago a su bebida, hablo…
"Hace ya mucho tiempo, en la creación de Gor, no había Amos ni esclavas. Los hombres y mujeres eran libres e iguales, y formaban parejas para vivir en las aldeas. Las grandes ciudades, los grandes puertos, no existían. Era la primera época de Gor, así que nuestra protagonista, llevará nombre de libre, pues libre era cuando se desarrollo la historia. Se llamaba Khajeera. Vivía con su hombre en una pequeña aldea, llamada Ampakur. Algunos dicen que se emplazaba al norte de Ko-ro-ba. Otros que jamás existió. Eso ya no importa. El nombre de el, se ha perdido en el tiempo.
Ella cuidaba de la choza donde ambos vivían. El, cazaba, trabajaba el campo y cuidaba de sus posesiones. Eran tiempos de escasez y hambre, pues las bestias solo podían ser cazadas por grandes grupos de hombres, y las luchas con otras aldeas, por recursos, eran frecuentes y sangrientas. No existía el comercio entre aldeas. Ocurrió que la aldea vecina comenzó a ser hostil con Ampakur. Había incursiones nocturnas, robos y asesinatos. Los hombres de Ampakur, menos y peor pertrechados para la guerra, decidieron defenderse. Todos sabían de su debilidad en el combate, pero aun así, afrontaron valientemente la batalla. Las mujeres de la aldea mostraban su tristeza por saber, que muchos de ellos no volverían.
Ella cuidaba de la choza donde ambos vivían. El, cazaba, trabajaba el campo y cuidaba de sus posesiones. Eran tiempos de escasez y hambre, pues las bestias solo podían ser cazadas por grandes grupos de hombres, y las luchas con otras aldeas, por recursos, eran frecuentes y sangrientas. No existía el comercio entre aldeas. Ocurrió que la aldea vecina comenzó a ser hostil con Ampakur. Había incursiones nocturnas, robos y asesinatos. Los hombres de Ampakur, menos y peor pertrechados para la guerra, decidieron defenderse. Todos sabían de su debilidad en el combate, pero aun así, afrontaron valientemente la batalla. Las mujeres de la aldea mostraban su tristeza por saber, que muchos de ellos no volverían.
En la soledad de su choza, Khajeera y su hombre se besaban, tristes por los acontecimientos. Sus lágrimas se mezclaban y sus abrazos eran tan fuertes, como los que un árbol da a la tierra que lo alimenta. El, en un intento por mantener su presencia en la casa, grabó con el filo de su espada, su nombre en una de las losas de pizarra del suelo. Dicen que así nació, la piedra del hogar. Ella, se desnudó ante el por ultima vez, y se arrodilló, hermosamente, tomando una de las tiras de cuero de las sandalias de su hombre. Con gestos precisos, y usando la punta de una daga, grabó el nombre de su amado en el trozo de cuero, y luego, lo anudó a su cuello. Todo el mundo sabría así, que ella jamás lo olvidaría y que su nombre estaría siempre pegado a su piel.
Desnuda, y con el collar de cuero en su cuello, despidió a su amado a la puerta de la choza. Las mujeres de la aldea la vieron poner su mano derecha delante de sus ojos, para no ver la partida de su ser amado. Jamás volvió a saberse nada de el. Los que regresaron del combate, no supieron decir que ocurrió. Su cuerpo jamás fue encontrado. Ella, cada amanecer, esperaba en la puerta de su choza, arrodillada, ataviada con su viejo collar de cuero. Miraba hacia la entrada de la aldea y entonaba canciones. Dicen que su hermosura era tal, que las mujeres de la aldea comenzaron a imitarla. Llevaron collares de cuero, con los nombres de sus parejas grabados en ellos, y comenzaban a servir a sus parejas, con los dulces modos que Khajeera empleaba en la espera de su amado. Ella cantaba para el, en las tardes y acariciaba el collar, hasta quedar dormida. Nadie sabe que paso después. Pero la paciencia y hermosura de Khajeera, perduran hasta hoy.
-¡Un día que comienza con el recuerdo de una kajira, es un magnífico día!. En el bosque cercano, los animales saludaban la luz del sol."
-FIN-
...Fue la Historia que un Libre tras las rejas me contó, hace ya algunas lunas atrás... pero su nombre no me fue posible recordar...
ufff me llego al alma una muy linda historia me encanto te felicito tienes un muy bbuen conocimiento de Gor no he leido todos os libros solo he leido 3 y me encantan quiero saber la historia esta en algun libro?
ResponderEliminarLa historia no está en ningún libro, son relatos de el que fuera mi señor en Gor y mía...un beso...
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