2. El kajirus.
Me llamo Ricardo, en realidad me
llamaba así antes de abandonar la Tierra, ahora poseo un nombre más acorde a
los hombre libre de esta tierra, mis apellidos nunca llegue a conocerlos soy
huérfano, y… aunque esta es la historia de mi hijo; la parte en la que
alcanzamos la libertad en este mundo esclavista corre de mi parte, porque él,
era demasiado pequeño para recordarla.
La pieza de esta historia, que va unida a la mía, está ya
escrita en un manuscrito que pude enviar a la Tierra, - En uno de los tantos
viajes espaciales que se hicieron a mi planeta natal, en busca de esclavas- Implícitamente ordene se le hiciera llegar a
los religiosos que cuidaron de mi siendo un niño para que conozcan que este
mundo es real y existe, y de cómo fue que llegamos a él.
Fuimos traídos a este planeta y convertidos en esclavos, ahora, somos
hombres libres y nos sentimos orgullosos de serlo, aunque el camino hacia la
libertad no fue fácil, tuvimos que
ganarla.
En este planeta, todo tenía un precio y el nuestro fue pagado con la
esclavitud, pero valió la pena, y para hoy poder respirar de nuevo no me
importo las largas horas de extenuante trabajo bajo el látigo castigados del
amo, y ahora libres en un mundo terriblemente cruel y salvaje donde hasta los más
fuertes y adaptados luchan por
sobrevivir. Dicho esto me despido con una última advertencia a quien
pueda leer esta parte de mi legado.
“Leed con atención...porque esta es mi Historia, pero puede ser la de
cualquier persona, incluso la tuya, que hoy lees este manuscrito, y que creas
que nada de lo aquí dicho es cierto”
10.344, 23 de En`Kara
Amados padres
Será para
ustedes una sorpresa recibir noticias mías después de tantos años. Estoy
convencido de que después de tantos años habré sido declarado desaparecido o
muerto junto a mi hijo. La verdad acerca
de mi desaparición y continuidad con mi vida, les puede resultar aterradora, y
aunque parezca una fantasía, no lo es. Fuimos secuestrados y llevados a otro
mundo, uno al que le llaman Gor.
Gor,
existe en una órbita paralela a la Tierra, siempre oculto por el sol, que aquí,
recibe el nombre de Lar-Torvis, aunque me consta que la existencia de este universo
paralelo comienza conocerse gracias a los
manuscritos enviados con anterioridad, por un Hombre, un libre de nombre Tarl
Cabot un guerrero Tarnsman *Un Tarnsman, es un libre que tiende a trasladarse
en un tarn, un ave enorme, considerado pájaro
de guerra gigantesco;* quien también al igual que yo, nacido en la Tierra, y
hoy es un amigo. Así, que pensé que era justo que ustedes, a los que considero
como mis padres, tuvieran derecho a saber sobre mi destino y el de mi
hijo.
Fue una noche, hace 15 años terrícolas,
Zaltar, así se llama ahora mi hijo, enfermó gravemente de la misma enfermedad
de la que murió mí querida esposa Ainé, su madre. Corrí con él en brazos, por
las calles de la ciudad buscando un taxi, no creí prudente esperar a una
ambulancia, mi hijo se me moría entre los brazos, así que sin pensarlo entre en
el primer taxi que vi, pensando que me que se podía dirigir a un hospital, o
porque no desviarse, al fin y al cabo era una emergencia; el taxi estaba
estacionado en una esquina, así que me subí, en él había dos hombres vestidos
completamente de negro, aunque eso podía decirse igual estaba oscuro; al entrar
por la otra puerta observe que introducían a una chica que parecía estar sin
sentido, inconsciente. Por casualidad otra emergencia, estaba de suerte si se
dirigían a un hospital. Pero me equivocaba, aquellos hombres no se dirigían a
ningún hospital y la chica no estaba inconsciente por un accidente; la acababan
de secuestrar. Ese era su oficio, secuestrar jóvenes e inocentes chicas y traerlas aquí a nuestro planeta, Gor, no son
chicas elegidas al azar, sino que son estudiadas durante largo tiempo, y si son
consideradas apropiadas son traídas a este mundo con un único propósito.
Una vez dentro del taxi, pude comprobar
que estaba terriblemente equivocado, y que nunca llegaría a un hospital, creí
haber caído en manos de un loco y nunca supe como llegue al lugar donde nos
esperaba la nave espacial que nos trajo hasta aquí. Recuerdo que un gas me dejó
sin sentido, y Cuando desperté estaba
tendido en la hierba, unos hombres inyectaban algo a mi hijo, y creí haberlo
perdido para siempre. Al verlo, pensé que había perdido la parte de Ainé que me
quedaba, así que cuando aquellos hombres me preguntaron si quería vivir o
morir, no lo dudé, no quería seguir vivo sin ellos, sin embargo el destino tenía
otras metas para mí. La esperanza de que mi hijo siguiera vivo y la confianza en mi fuerza y entrenamiento
para poder líbrame de aquellos tipos a la primera oportunidad me ayudaron a
querer seguir viviendo.
A mí, como a mi hijo también, me
inyectaron un líquido color ámbar, no recuerdo nada más de aquella noche.
Desperté tirado en el suelo boca arriba cargado de cadenas, recuerdo que vi un
cielo de un color azul intenso, solo cubierto por alguna nube blanca, ocasional
que eran empujadas por la suave brisa; a
cada inspiración sentía como mis pulmones se llenaban de un aire limpio y abundante en oxigeno, sin
el mas mínimo rastro de polución ambiental. Las cadenas, eran gruesas y pesadas, pero sentía
que en comparación no lo eran tanto como lo serian en la tierra, era algo
completamente extraño… Y fue en ese momento cuando supe que jamás volvería al
que consideraba mi hogar.
Estoy seguro que no habría sobrevivido a
este mundo como un kajiru (así llaman a los hombres condenados a la esclavitud),
porque nunca lo fui, y aunque estaba esclavizado, no lo sentía así, y es que eso
no estaba en mi naturaleza. En la Tierra Había luchado y vencido a otros
hombres en combates, cuerpo a cuerpo, y sin duda me habría rebelado contra
estos hombres, lo que habría conducido a mi muerte, pero la perdida de mi amada Ainé, y ahora
también la desaparición de mi querido y único hijo y al no había visto desde
aquella noche –al que creí muerto- me mantenía sin ánimo, sin voluntad, el
pensar en lo ocurrido me había dejado destrozado anímicamente; me dejé llevar
como un autómata, al cruel mundo de la esclavitud, pero yo nunca deje buscaba
noticias de mi hijo, y aunque solía captar la atención de los libres, solo
recibía encogimiento de hombros, en muchos casos una orden con desdén, amenazas incluidas hasta de
muerte, y en el peor de los casos, que era en su mayoría los golpes de látigo.
Aprendí a ser un esclavo, a como servir, a
como arrodillarme ante los hombres y mujeres libres, aprendí a que no debía
mirarle a los ojos, a menos que fuera petición expresa, a nunca llamar a un amo
o ama por su nombre, era consideraron un insulto manchar su nombre con los
labios de un esclavo, y se era severamente castigado por ello. Y dependiendo de la tarea a la que me destinaran,
se me enseño a realizar tarea especificas, desde trabajar mis músculos para trabajar
como bestia de carga en una granja Goreana,
hasta ser complaciente y saber seducir a una mujer, siendo si fuere el caso,
un esclavo del placer.
Estos eran
esclavos elegidos por su aspecto físico y belleza para ser iniciados en técnicas
sexuales. Todas sus enseñanzas, según estos
crueles hombres, algún día podrían salvarme la vida. “Servir y obedecer” me
hicieron grabar a fuego en mi cerebro, con
cada sentir el cuero del látigo sobre mi cuerpo, y soportar el peso de las
cadenas en mis muñecas y tobillos. Aprendí rápido a hablar Goreano con fluidez,
pero se me negó aprender la lectura y la escritura. Se dice que a los esclavos se les procuraba
mantener en la ignorancia, lo que a futuro les dificultara que encontraran
lugares donde esconderse en caso de alguna fuga o rebelión. En todo el tiempo
que estuve en el kennel no supe cómo se llamaba la ciudad donde estaba, hasta
que me sacaron para mi posterior venta.
Durante las noches dormía en mi perrera,
una jaula de pequeñas dimensiones en la que solo podía estar arrodillado o
tumbado de lado con las piernas recogidas sobre mi pecho, algo dolorosamente
incomodo.
A veces por
las noches lloraba recordando a mi familia perdida, cosa que los esclavistas tomaban como síntoma
de debilidad, porque ellos consideran a los hombres de la tierra débiles por no
saberse imponerse sobre las mujeres de la tierra. Mostrar sus emociones estaba
prohibido a nosotros como esclavos, a menos que como ya dije antes, su propietario
se lo ordenara, sin embargo un los hombres libres no era considerado como tal
cosa, ellos incluso lo hacían sin pudor aun delante de otros hombres, entre
ellos estaba bien visto. Formaba parte de su cultura, de sus castas y ahora que
soy libre de mi cultura.
Cuando mi entrenamiento acabó fui llevado
a la herrería del kennel, allí cerraron
un collar de acero alrededor de mi cuello, remachando el cierre con dos golpes
de martillo que sonaron más fuerte en mi corazón desgarrado que en el frio
hierro del yunque sobre el que me obligaron a apoyar la cabeza, antes solo había
llevado una simple correa de cuero con hebilla, que por supuesto estaba
prohibido quitarme, y marcaron en mi muslo, cerca de la cadera una letra algo
grotesca, la “Kef” inicial de la palabra kajirus, ambos eran señal inequívoca
de mi esclavitud. Pasé de ser un hombre en la Tierra, a una mercancía que se
podía vender y comprar en todo Gor. Ese día también volví ver la luz del Lar-Torvis.
Me llevaron a
la consulta de un libre de Casta Verde o
lo que sería aquí en la tierra un Medico, quien comprobó mi estado de salud en
general, tomo medidas de mis proporciones corporales, me auscultó, y finalmente
me puso una inyección con una larga aguja en la cadera, era una serie de tres
que me administrarían en lapsus de unos días. Supe que con esas inyecciones ya
no envejecería y que tendría el mismo aspecto para el resto de mi vida… que no
podría morir de vejez… aunque eso no significaba que fuera inmortal, podía
sangrar por tanto, podía morir.
Y finalmente llegó el día en que fui
llevado al mercado como si fuera un animal…. Ganado para vender y comprar. Me
agarré al recuerdo de mi esposa y mi hijo perdidos, que fue de las pocas cosas
que los esclavistas no pudieron borrar, mi rostro no expresaba ninguna emoción,
a excepción de los regueros de lágrimas corriendo por mi cara, estaba muerto
por dentro y ya ni me sentía como un hombre, me dejaba llevar por el entorno
que hasta entonces me había dominado, ni siquiera mi corazón palpitaba con
fuerza al saber que iba a ser vendido, que tendría que servir y también
obedecer todos los deseos de mi amo o
ama por muy ingratos o desagradable que lo considerase. Pensaba en mi familia,
en lo que había perdido y poco me importaba mi futuro, si vivía o moría, si era
libre o esclavo, todo eso daba igual. Estaba vacío y vencido.
Mientras me transportaban era insultado,
escupido y sometido a las risas y burlas por parte de las kajirae (esclavas)
que en las calles esperaban a los esclavos que eran llevados al mercado, ella
desprecian a los kajirus, a los que no consideran hombres de verdad. Cuando
llegué al mercado, tenía unos cuantos esputos de esclavas
sobre mi piel, nos dieron unos cubos y agua para limpiarnos antes de ser
vendidos.
A continuación,
antes de subir al curuleo (la casa de subastas de esclavos más famosa de la
ciudad de Ar), escribieron algo sobre mi pecho izquierdo un numero de
lote, me dijeron que era el número 4 de
la cadena, los esclavos se solían vender en grupos o en solitario dependiendo
de su calidad de aprendizaje, y de la valoración de los esclavitas. La cadena
la formábamos 10 hombres todos desnudos con la excepción de un trozo de tela
atado alrededor de la cintura con una larga cuerda de fibra, pero eso también
desaparecería en el momento de la subasta, todos los esclavos son vendidos
desnudos, hay un dicho en Gor que dice que solo un tonto compraría a una kajira
(o kajiru) vestido. Yo era el único bárbaro de la cadena, es decir el único hombre
traído de la tierra, el único no nacido en Gor, el resto eran botín de guerra
por los que no se había pagado rescate en alguna batalla entre ejércitos de
ciudades rivales. Cuanto más alto era el precio de salida del esclavo, más bajo
es el número en la cadena, la venta siempre comienzan por el ultimo de la
cadena, la cadena la forman el grupo unido por una misma cadena por el cuello o
el pie y en la mayoría de las ocasiones por ambos.
Nuestra cadena era la única formada
por hombres, el resto era cadena de
esclavas, ciento de ellas dispuestas
para la venta, todas preciosas, unas desnudas y otras apenas cubiertas con unos
harapos, de distintos orígenes, y con todos los tonos de piel y color de pelo
que había conocido en la tierra, las había nativas, y también muchas barbarás
secuestradas de la tierra, pero entonces yo no lo sabía, era un simple esclavo,
lo aprendí cuando conseguir ser libre,
aprendí a diferenciarlas y a someterlas.
Entre aquellas mujeres habían algunas
aterrorizadas lloraban sin parar y se cubrían sus cuerpos semidesnudos con las manos, esperando con miedo su
destino, seguramente su primera venta, otras con más experiencia miraban con
interés y curiosidad a los hombres que pasaban dirigiéndole amplias sonrisas y
preguntándose si sería aquel guapo amo quien seria su dueño.
Mientras esperaba resignado mi turno
pensaba en la suerte que habría corrido mi hijo, me preguntaba si seguía vivo y
si había seguido mi mismo destino de
esclavitud, la duda me taladraba el alma como clavos calentados al rojo, si era
así estos hombres eran crueles, solo tenía 4 años o eran… ¿5 años ya?, no podía
estar seguro del tiempo que había estado encerrado en aquella jaula lejos de la
luz del Sol y cuantos días habían pasado.
En su
cautiverio le habían administrado un suero inventado por los físicos, que según
le contaron, curaba la enfermedad de la vejez, tendría la misma apariencia para
el resto de su vida hasta su cita con la muerte. Sería terrible vivir casi
eternamente sin poder aclarar su destino. La tristeza me envolvió, deje que mis
lágrimas volvieran a correr otra vez por mi
rostro hasta mi barbilla, goteando y humedeciendo la blanda paja sobre
la que me arrodillaba.
La cadena me obligó a ponerme en pie
cuando tiró de mi, los esclavos habían girado de nuevo del torno que hacia
avanzar la cadena a la que estábamos encadenados hasta la corta escalera que me
llevaría a la tarima de subastas y a un futuro incierto. Dos esclavos humedecían
paños de lana con una mezcla de agua y aceite de Tharlarion que frotaron por mi
piel, para que brillara lustrosa a la
luz del Lar-Torvis y hacerla más atractiva. El guardia que los vigilaba, hizo
un gesto con la cabeza hacia el subastador que esperaba en la tarima, y la
cadena tiró de nuevo del collar que llevaba, obligándome a subir los escasos
cuatro escalones hacia la tarima.
Presentía que no sería agradable, había
escuchado, la mofa, las risas y los insultos de aquellos hombres libres a mis
hermanos de cadena, y a pesar de todo no esperaba lo humillante que sería ser
subastado. Un aullido grotesco subió entre los libres allí reunidos, la mayoría
de ellos solo buscaban un poco de diversión a costa de la humillación de los
esclavos, solo unos pocos de ellos pujarían con la intención de comprar. La cadena continuó tirando de mi collar hasta
llevarme al poste central donde de inmediato me arrodille en torre, con la
mirada puesta en la paja que se acumulaba en el suelo a una orden muda del
subastador. Junto al poste habían colocado una gran bola de hierro, que habían
llevado entre tres esclavos, marcada con signos Goreanos que, naturalmente, yo
no pude leer, supuse que marcaba su peso.
El subastador tuvo que alzar su voz para
poder dejarse oír por la multitud allí agolpada, a la vez que los libres
lanzaban silbidos al aire, como si yo fuera la más bella de las esclavas, que
provocaba la hilaridad de los que le rodeaban…
-¡lote numero 4!.. -oí gritar al esclavista.
-¡Un excelente ejemplar de bestia barbará… escogida entre
lo mejor de los ridículos hombres de la tierra!.. - Un murmullo de desaprobación se elevó entre el público, las bestias
terrícolas no eran muy apreciadas por aquellos barbaros y crueles hombres… El
esclavista reaccionó de inmediato… Chasqueo los dedos llamando mi atención.
-¡Muéstrale la fuerza de tus músculos, kajiru!- me dijo mientras señalaba la enorme bola…
Lo miré incrédulo, había levantado mucho peso en la tierra, mientras me
preparaba para el boxeo, pero aquella bola… dudaba en poder levantarla, abrí
los ojos ampliamente, era una orden y tenía que obedecer si no conseguía
levantarla sufriría el castigo del látigo.
Me apresuré a caminar hacia ella con la
firme decisión de levantarla o morir en el intento. Entre el público se hizo un
desconcertante silencio... Me acuclillé, sin muchas esperanzas de poder
levantarla y la abracé rodeándola con mis brazos con mis manos lo más cerca
posible del suelo y tire de ella con
fuerza. La bola era condenadamente pesaba, tensé mis músculos tirando hacia
arriba poco convencido, sin embargo a media que tiraba, sentí como conseguía
levantarla del suelo lentamente, aunque llegue a pensar que mis articulaciones
y tendones reventarían sin remedio, en la Tierra jamás habría conseguido
levantarla, y di gracias por que la gravedad en este planeta sea más baja. Mi
confianza en la fortaleza de mis músculos fue en aumento y con gran esfuerzo me la llevé al pecho en un
fuerte abrazo, luego mis piernas comenzaron a funcionar, levanté mi cuerpo
despacio, cargando con el peso hasta que me pude quedar de pie… A medida que conseguía
levantar la bola, el silencio entre los libres reunido paso a ser de admiración
y sorprendidos por mi gesta… Entonces el subastador aprovechando el momento
levantó de nuevo la voz.
-¡Puede ser que este bárbaro sea débil en el manejo de
las esclavas barbarás de la tierra –el
publico volvió a las chanzas y a las risa-, pero observad su fuerza descomunal…
es capaz de levantar un bosk si su propietario se lo pide... - Llegado a este
punto, mi cuerpo comenzó a sudar, y mis piernas y brazos comenzaron a temblar a
causa del esfuerzo que suponía sostenerla,
la cara me ardía y apretaba la
mandíbula con fuerza esperando la orden de soltarla de nuevo, el subastador sin
dejar de hablar señaló con el kurt que llevaba en la mano el lugar donde quería
que dejara la bola, cosa que hice prontamente y con gran alivio de mi cuerpo,
para volver a arrodillarme a una indicación suya.
Una voz se elevo entre el publico…
-¡Ofrezco 5 tarsks de cobre, tengo
seis boskas que inseminar y se me murió el semental! - Un
coro de risas se elevó entre los libres. Sentí como me ardía la cara ante esta
nueva humillación, pero no levante la mirada del suelo. Otra voz se elevo,
-¡Hazlo arrodillarse como esclavo del placer…. Eso enamorará a las boskas! - Esta vez, pude oír la alegre carcajada del
esclavista que se sumó a las risas generales, mi cuerpo volvió a temblar, la
ira y la adrenalina corría por todo mi cuerpo,
pero era un esclavo, estaba cargado de cadenas, y del cinturón de mi
subastador colgaba un látigo de dura piel de serpiente… nada podía hacer por
evitar ser humillado en este mundo duro y cruel.
El subastador hablo de nuevo tan pronto
dejo de reír.
–Este esclavo, ha sido entrenado en su tierra natal para enfrentarse a
otros con los puños en un espectáculo que ellos llaman “boxeo”, ya habéis comprobado su
fuerza, y en el kennel lo hemos hecho combatir con otros esclavos con sus manos
acolchadas para no estropear sus bonitas caras, las libres necesitadas de un
esclavo del placer harán una gran compra sin dudas! – Y continuó alabando mis esclavas virtudes.
–Jamás perdió un combate, la mayoría de sus rivales solo aguantaron tres
golpes. Cualquier libre que lo compre tendrá una excelente bestia de carga!-
El subastador hizo una pausa…
-¡Su precio de salida es
de 30 tarsks de cobre!- Una mano masculina se levantó de inmediato, era la
primera oferta por este esclavo… Casi de inmediato se alzó otra voz ofreciendo
35 tarsks. Otra voz en otro rincón se elevo…
-¡Necesito
a una bestia que tire de mi arado, ofrezco 37….¡-
- ¡40...! - En este punto la subasta
se detuvo y el subastador habló de nuevo con la mano levantada…
-¡Ofrecen 40 tarsks de cobre, y considero que es un insulto a esta casa
ofrecer este precio por este esclavo.
-¿Entre la multitud habrá alguna libre…?
–hizo una pequeña pausa y puso una voz sugerente.
- ¿Que quiera ver que mas habilidades posee este esclavo?-
De inmediato las chanzas y bromas de los libres se reanudaron
sin piedad.
-¡Si, que se
desnude, que se desnude!- gritaron
algunas voces femeninas y alguna que otra masculina que el subastador celebró
con otra carcajada.
Me ordeno que me levantara y tomara la
posición de inspección. De inmediato me puse en pie, separe las piernas para
mantener el equilibrio y arqueé mi cuerpo hacia atrás mientras subía las manos
cruzándolas detrás de mi cuello, y levanté la vista al cielo. Oí un grito soez
por parte de una fémina sobre la parte de mi cuerpo que se apretaba sobre la escasa
tela que me cubría… y casi al instante otra voz femenina ofreció 60 tarsk por
este esclavo, se escucharon algunas voces de protesta..
-¡Al menos deja que enseñe lo que guarda entre las piernas!- se quejó otra libre, mientras otras voces
gritaban.
-¡Desnúdalo, desnúdalo!-.
Había pasado la mayor parte de la corta
estancia en Gor, desnudo entre mis hermanos, no era algo que me avergonzase,
pero aun así, mi corazón parecía un tambor dentro de mi pecho, no era lo mismo
estar entre ellos siendo uno más, que ser expuesto en solitario, decidí evadir
mi mente durante esos ehns, en el que el subastador seguía hablando de mis
cualidades esclavas y las chanzas y pujas de los allí reunidos hasta que sentí
como tiraban del escaso trozo de tela que cubría mi pubis y dejándome ya
completamente desnudo.
Para entonces ya era casi como un robot
desconecte mis sentidos, oía las voces muy lejanas, como si todo aquello no
fuera conmigo, a excepción de la voz del subastador que me ordenaba adoptar tal
o cual postura a petición del público. Ya solo quería que todo acabara y
aceptar lo que me deparaba el destino hasta las últimas palabras del subastador
me trajeron de vuelta a la realidad del momento.
-¡Última oferta, un tarsk de plata!-
exclamó. -¡alzo mi mano, si cierro el puño el esclavo será vendido…¿Alguien
ofrece más?- Esperó unos inhs…
-¿No?... ¡Estoy a punto de cerrarla! -Tronó
su voz… A una indicación suya, me arrodillé en la posición del esclavo del
placer.
-¡A la de tres cerraré mi puño…. Uno, dos, y… pero antes de cerrar la venta
de este bárbaro, tengo que decir que cuando fue esclavizado y traído a esta
bella ciudad no vino solo, le acompañaba otro pequeño…un futuro esclavo… su
hijo!
Sufrí un estremecimiento. Fue como si un
rayo atravesase mi cabeza recorriendo
todo mi cuerpo hasta llegar a la puntas de mis pies… mi hijo?… mi hijo!, vive!
Aquí tengo que terminar la narración de este manuscrito, he
recibido la noticia de que la nave esclavista partirá pronto hacia la tierra y
la falta de tiempo me impide terminarlo, me encargaré de que reciban un segundo
manuscrito en la que ya les contare como iniciamos nuestro camino hacia la
libertad.
Cálidos saludos.
Festus,
de la casa Mescatos.
Mercader de Ar.