Zaltar Mercatos, Mercader de Ar
-Oh, amo..
“esta” …se siente muy ..muy …maaal! -y arcadas tras arcadas la pobre kajira
no salió de detrás de la tina donde se mantenía oculta; antes de salir vestido
como Ker me detuve cerca de ella, al verla allí y notar que permanecía atada
justo donde la deje la noche anterior, levante la cadena que colgaba del collar
amarrado a su cuello; la anilla era de hierro, de eslabones bien ajustados y
pesados, no tenían nada de especial; supuse que era lo habitual para las “castas
bajas” que apenas pudiesen pagar una habitación en este pueblo. La chica yacía
sobre su cuerpo tumbada de lado hecha
casi un ovillo, la cadena terminaba justo debajo de su espeso cabello rojizo y
ahora algo desaliñado; me sonreí y sentí feliz a pesar de lo mal que lo puede
estar pasando la pobre muchacha. Pero al menos yo no sería descubierta aun. ¿Y
cómo dijo que era su nombre? ¿Is-ky-a, Iskya?, me encogí de hombros sin darle mayor importancia y salí de allí; al
dejar caer la cadena que aun sostenía, esta hizo un sonido metálico muy lúgubre
dentro de la silenciosa habitación, lo que hizo que se me erizara la piel, me
gire la volví a mirar.
-¿No me gustaría estar en su lugar, NUNCA!*pensé.
Había logrado hacer que la kajira bebiera por
completo la botella de paga, aunque en más de una ocasión, ella intento subirse
a mi regazo en busca de algún contacto sobre su piel, le evitaba a toda costa
ordenándose alguna que otra cosa por hacer, no fue difícil, la chica no era nada
reacia a beber y así finalmente termino por emborracharse, al parecer ya tenía bastante experiencia con la bebida, cosa que no sería
de extrañar ya que las esclavas de Puerto Kar eran famosas por su resistencia a
demás de muchas otras cualidades. También se caracterizaban por ser una ciudad
llena de comerciantes y mercaderes, y más que por sus bellas y exquisitas
esclavas, era el escondite perfecto de Ladrones y demás traficantes.
En el muelle aun no se avistaban ni un urt, y eso
que los canales estaban llenos de desperdicios y los puestos del mercado
siempre dejaban restos de frutas y verduras que estuvieran en mal estado o en
total descomposición.
Abandone la habitación, y baje las escaleras y Salí
a la calle. Estaba sola. Mire el cielo y comprobé que faltaría más o menos
medio ahn para que el Torvis saliera y comenzara a calentar el muelle. Deambule
entonces por la estrecha acera bordeando el canal. Conté con el tiempo
suficiente, después de ir temprano a asearme en el poso que había en el centro
de la posada, pase por algo para comer,
y de paso algo para la pobre kajira, a la cual encontré en el mismo lugar le
sacudí con un pie en su cadera para despertarla. Le
arroje una bolsa con algo de sobras y llene un cuenco con agua fresca para
calmar su sed. Ya tendría la pobre que limpiar todo el desastre y lio en el que
se metió por su lascivo comportamiento. Le desate de la argolla, liberándola
para que al terminar sus deberes se marchara donde su amo.
-¿Os he complacido, Amo?- Pregunto suplicante,
mientras se acurrucaba en la entre la pared y la gran tina de la habitación. La
mire con seriedad.
-Sí, me has complacido, y dile a tu amo que Ker
The Lydius quedo muy complacido con su esclava! – me miro con asombro,
y volvió a preguntar.
-¿Te ha complacido Iskya? ¿Está el amo contento con
Iskya? -susurro mirándome, como quien no creía mis palabras o dudaba de las
suyas; intentando ocultar mi diversión, me
girare y dándole la espalda le respondí.
- ¡Si, estoy contento con… Iskya, ahora come y
limpia todo esta habitación. Ah! y no
olvides decir a tu amo lo mucho que me has complacido!
-¡Si, amo. *sonrió* - ¡Así lo haré!- y cerrando de
un portazo salí de nuevo con rumbo al muelle.
Al pasar por el, me dirigí rumbo a donde se
encontraba la tripulación de Aron Thorr, pero algo llamo mi atención, en aquel
lugar, de donde colgaba un enorme letrero con el nombre tallado sobre un enorme
madero que decía en letras Goreanas “Herrería”, allí pude ver a un Libre,
una joven muchacha, y al que sin dudas fuera el Herrero del pueblo; por primera vez presenciaría como seria
marcada una kajira.
La chica permanecía sobre un poste de madera firmemente
atada de pies y manos, el herrero llevaba un grueso guante de piel, con el que retirara una
barra de hierro, el cual sin dudas permaneció durante largo rato sobre las
brazas ardientes, aquel primer vistazo
fue con aspecto interrogante, no supe de que se trataba hasta que vi la
dirección que tomaba el hombre con la barra de hierro, solo alcance a ver que
en la punta había una especia de letra, algún garabato extraño, nunca le había
visto antes, estaba al rojo vivo, en tonalidades amarillas, naranjas y azules;
mire hipnotizada al alto y basto herrero
dirigirse hacia la pobre muchacha, quien se retorcía sin emitir ruido solo
sollozaba y gemía con voz apagada o sofocada por algo o alguien.
La muchacha estaba de espaldas a su amo, supuse que
este la sujetaba del cabello o algo así, mis ojos volvieron instintivamente a
la mano del herrero, cuando le vi pegar la barra en la pierna izquierda de la
chica y enseguida esta sintió el metal clavarse en su piel, estando al rojo
vivo, solo pude oír el sonido crepitar
de la piel chamuscándose, el cual fue espeluznante, y más aun el grito
que la joven emitió, tras haberse liberado de quien le mantenía amordazada,
pude oír al otro libre maldecir y jurar con voz roca y dolorosa, se me erizo la piel por completo, no
me di cuenta, que durante todo el tiempo estuve aguantando la respiración, no
hasta que me sentí desfallecer, y conseguí apoyarme de uno de los barriles
cerca, a decir verdad a escasos pasos de allí, fue cuando al tomar una bocanada
de aliento que percibí el hedor a carne quemada, aquello revolvió mi estomago, y enseguida note
como una fuertes nauseas se agolpaban en mi garganta y justo al girarme para
salir corriendo de allí me tropecé con una inmensa masa que me impidió correr,
por lo que caí de culo sobre la empedrada calle, por in inhs olvide mi malestar
para dar paso a una furiosa sensación se enojo por la torpeza del hombre con quien había
tropezado, al alzar la vista mi malestar regreso, aquel era el hombre a quien
había visto la noche anterior, de cabello largo y espesa barba, su aspecto era
en verdad deplorable, y no digamos de so olor, no pude más me levante y gire y a solo unos pasos apenas llegue y cayendo de rodillas, vomite
en las negras aguas del canal. Abajo se escuchaban los movimientos de los urt.
-¿Te
encuentras bien Muchacho? –pregunto el hombre barbudo. Sacudí la cabeza,
enseguida tome aire fresco, el aroma a mar inundó mis pulmones y calmo mis
nauseas.
-¡Jajaja, sin
dudas es tu primera visita a Puerto Kar! - dijo con voz profunda y pastosa.
Le mire mientras intentaba saber donde había oído esa voz. El hombre se giro a
medias, y extendiendo una mano sobre mi hombro se presento.
- ¡Mi nombre es Zaltar Mescatos, Mercader de Ar y
tú? –me
miro, fue entonces cuando mire sus ojos debajo de tanto cabello y barba, era
él, el libre de hermoso ojos de un verde tan intenso y profundo como las aguas
del Thassa. No aguante mas y volví a vomitar. Para mi mala suerte, este era el
mismo libre a quien había robado en Puerto Lydius, y por alguna extraña razón
no me había reconocido hasta ahora. Intente ponerme en pie, pero torpemente no
pude, así que en seguida sentí unos fuertes brazos, quienes me ayudaron a hacerlo
sin ningún esfuerzo; una vez así,
girándome le enfrente.
- ¡No, es
solo algo que comí! –hice una mueca de desagrado ante su aspecto. El se
miro y alzando los brazos a los costados. Se rió a carcajadas.
- ¡Jajajajaja,
Sí, no es mi mejor momento, pero amigo si me dice donde puedo hospedarme
conseguiré algo de comer y poder asearme, te estaré eternamente agradecido.
Vengo de Puerto Lydius y aunque no recuerdo como he perdido mi mercancía se que
pronto me recuperare.- Enseguida le mira, ¿No recuerda eh? ¿Quizás no esté
del todo perdido?
Continuara...
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