Se comentaba que en esta ciudad muchas cosas eran diferentes, entre ellas también el hecho de ser gobernada por una reina o Tatrix, y que en consecuencia, la posición de las mujeres en esta ciudad, en contraste con las costumbres Goreanas generales, era de privilegio y de oportunidad. sus guardias —altos portadores de lanzas con cascos azules, las calles de Tharna se hallaban abiertas a todos los hombres que llegarán con fines pacíficos, no importa de qué ciudad procedieron. Los hombres, en su mayoría, llevaban una túnica gris quizás como un indicio de superioridad frente al goce del placer, a su decisión de ser serios y responsables, a mostrarse como dignos representantes de una ciudad sobria y laboriosa. En los hombros de sus túnicas grises sólo una pequeña franja de color indicaba a qué casta pertenecía su dueño. Por lo general, los colores de las castas no pueden pasarse por alto en las calles goreanas; animan las calles y puentes de la ciudad, un espectáculo maravilloso en el claro y resplandeciente aire goreano. pero en lugar del velo, que suele acompañar tal vestimenta, utilizaban una máscara de plata que ocultaba sus rostros. Estas máscaras eran todas idénticas, todas mostraban el mismo rostro hermoso pero frío. A diferencia de la mayoría de los puentes goreanos, tenía una balaustrada.
Aunque Tharna era una ciudad de cilindros, no me parecía tan hermosa como muchas otras ciudades que había visto. Puede ser que fuera porque los cilindros en general resultaban menos elevados y mucho más anchos que los de otras ciudades, lo que producía la impresión de ser una serie de discos chatos, acumulados, que los diferenciaba mucho de las altas torres que ascendían como buscando el cielo en otras ciudades goreanas. Además, los cilindros de Tharna parecían excesivamente solemnes, como abrumados bajo su propio peso. Apenas se diferenciaban unos de otros, y presentaban una mezcla de tonos grises y pardos muy distintos a los mil alegres colores de las otras ciudades, en las cuales cada cilindro parecía querer sobrepujar a los demás. sombrías y tortuosas calles de Tharna, llegamos a una avenida que ascendía formando amplias curvas. Estaba pavimentada de basalto negro. A ambos lados se alzaban muros.
El palacio de Tharna Era una fortaleza, de ladrillo negro, pesada, sin adornos, impresionante. A la entrada, los muros se aproximaban aún más. La calle había llegado a ser tan estrecha que dos hombres no podían marchar juntos. A ambos lados los muros se elevaban a una altura de nueve metros.
La entrada misma era una sencilla puerta de hierro de un ancho aproximado de cincuenta centímetros y quizá de metro y medio de alto. Un solo hombre podía entrar o salir a la vez del palacio de Tharna de ladrillo que se elevaba gradualmente. A medida que se avanzaba, los muros eran cada vez más altos y la avenida más estrecha. Decorado con la imagen de una gigantesca máscara dorada, que mostraba los rasgos de una mujer hermosa. Debajo de esa máscara, sobre una plataforma, se elevaba un trono de oro monumental.
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