miércoles, 28 de octubre de 2015

Ker the Lydius (Capitulo 7mo)


Ha arribado a la peligrosa ciudad de Puerto Kar; morada de proscritos, ladrones y  piratas, el barco insignia “El Tarn Negro”; Tripulado por Marinos bajo las ordenes del Capitán Bosko de Puerto Kar, pero esta vez no solo  trae consigo un sin fin de  mercancía, provenientes de las costas de Tyros y Cos, sino una, muy especial de Lydius; en ese barco, además de las bellas y más salvajes esclavas,  las lujosas piezas de oro y plata; a arribando  algo  que será mucho más que una gran competencia, alguien que llegara a ser quizás codiciado y envidiado por muchos,  un nuevo habitante para esta gran ciudad,  un joven pirata, proveniente de Port Lydius, ciudad porteña, creada por la casta de los mercaderes, situada en la desembocadura del rió Laurius, fue siempre una ciudad pacífica porque recibe con agrado a los extranjeros, pues está acostumbrada a que gentes de todo Gor la visiten y la utilicen para cerrar negocios y alianzas mercantiles.

Dicen las malas lenguas, que este joven,  gano su pase de abordaje en el Tran Negro, con una apuesta, que gano limpiamente y que tuvo lugar en los muelles del Puerto. 

Es la primera vez que pone un pie en el muelle de Puerto Kar, o en tierra firme, después de tantas lunas en el terrible mar de Thassa, Ker, Joven diestro y hábil en el uso del arco y las flechas, aunque por lo demás torpe para otras tantas, pero aun así,  él es  quien acabara  ganando la  confianza de muchos Libre, tanto hombres y mujeres por igual; pero su meta es alta, llegar a pertenecer a las tropas del  único Capitán del Consejo, envidiado por muchos,  que codician su suerte y su fortuna; Capitán Aron Thorr a quien desde ya, ha venido a buscar.

Ha arribado al canal que conduce a los muelles de Puerto Kar,  atascando, el hermoso barco insignia el Tran Negro, sus velas latinas recogidas en los largos mástiles. Es el más un hermoso barco de Guerra. Del mástil ondean sus dos banderas, la de puerto Kar y la otra blanca con barras verdes verticales y la cabeza de un gigantesco Bosko. Las kajiras a la orilla del muelle, se agitan  y saludan entusiasmadas al ver como los marineros ansiosos por bajar le miran y lanzan piropos para asi ganar su atención, los hombres impacientes, a su vez les saludan, sabiendo que pronto el capitán, , les compensara con lo justo, debido a su buen trabajo y lealtad: “saciar su sed de lujuria”.

Guru había estado justo a mi lado, cuando miraba con ojos enormes los hermosos cilindros que bordeaban las calles y canales de Puerto Kar, que a pesar de ser edificaciones  viejas y deterioradas lucían imponente ante los hermosos rayos del Torvis, además este sería el lugar al el que tanto había deseado venir, de aquí lograría sin dudas salir de este extraño mundo en el cual llevaba ya... no se ni cuánto tiempo había pasado desde que llegase a Gor, pero este sería el fin de mi búsqueda, pronto regresare a mi tierra, a mi mundo.

-¡Vamos Ker que te sucede?, no estás emocionado por a celebrar la buena fortuna del Tarn negro?; saciar la sed,*guiñándome unojo* ¡hasta emborracharte en una de esas tabernas…!  O ir a usar alguna de esas bestias!!? –golpeándome en el hombro animadamente mientras le sonríe.

Ker hiso un respingón al ver a una kajira de piel pálida y de  cabellos dorados como los rayos del sol, quien con entusiasmo batía sus manos hacia el más joven de los marino, la chica tendría más o menos la misma edad de ker, por lo que al verla,  elevo una ceja irónica y poniendo sus ojos en blanco por lo tonta que se vería, si descubriera que ella no es un hombre*

-¡Sii …Guru sin dudas .. *Se aclaro la voz* - Estoy deseoso de bajar ya! – y  aparto de él  corrió a la bodega donde guardaba sus cosas. Allí volvió a contar nuevamente y por tercera vez sus monedas, las que le robara al libre en puerto Lydius, se sonrió al recordarlo, que tonto, estaría como loco buscándolo cuando despertara con un terrible dolor de cabeza.  

El capitán Kron les había dado  a todos una pequeña fortuna para que bajasen al Puerto, y más a él quien se quedaría en definitivo, negándose así a la nueva invitación a partir dentro de tres lunas,  ya que ellos solo andaban allí de paso. Y es que esa es la vida de un verdadero pirata, navegar por lo  ancho y largo del verde Mar del Thassa.

La mayoría de las bestias en puerto Kar pertenecen  a los dueños de las posadas y tabernas del puerto, su único deber es el de traer clientes a disfrutar, tanto  de ellas como de  gastar por  el servicio de vino y  comida, pero por sobre todo, para disfrutar del baile de estas hermosas mujeres como lo son las kajiras de Puerto Kar; que cada noche deleitan a los Libres capaces de pagar por el uso de estas kajiras.

Humilladas y rebajadas, se venden al mejor postor, ellas deben mostrar su potencial, para eso viven, para eso fueron compradas y entrenadas, o si no, sus amos les castigan severamente, y están en todo su derecho, ya que ellas le han costaron bastante dinero como para malgastar un Tasko mas; es por ello que cada hombre que logren convencer  de hospedarse le dará gusto a sus dueños y por lo tanto les perdonara al menos por esa vez.

La taberna que le habían recomendado era la que se encontraba al final de las calle frente al muelle de llegada a puerto Kar, era una gran taberna, de unos dos pisos, tiene un gran patio abierto con el suelo de madera, y  un pabellón circular excavado a unos  metros de profundidad, y sobre el dos balconadas circulares de unos dos metros de altura, esa noche sin dudas la taberna estaría atestada con los recién llegados; Ker se dirigiría  allí.  Pasando cerca de las  esclavas, clientes y habitantes se abrió paso hacia la gran ciudad. Hombres y mujeres iban y venían por la rampa de madera que conducía al muelle principal. Ker Alcanzo a leer en  las sedas de la pequeña esclava rubia que le saludara desde el muelle, las palabras. “Soy Arrela. Puedes poseerme en el Pequeño Vulo” La chica estaba arrodillada en una línea de unas seis o siete esclavas, anunciando todas los precios de los respectivos establecimientos, para los cuales trabajaban.

-Poséeme en el Pequeño Vulo, amo!- suplico la esclava a un marinero, quien molesto la aparto de su camino abofeteándola con el dorso de su mano, tirándola al suelo, la pobre chica cayó sobre su hombro, sentí repulsión hacia aquella actitud de las mujeres en este planeta, no era posible que se dejaran tratar de esa manera. La joven volvió a levantarse y corrió al siguiente marinero quien no le hiso el menor caso, Ker pudo ver el desespero de la joven y mirándola se hecho el bolso de piel al hombro, donde también colgaba su carcaj y su Arco, allí  se acomodo subiéndose la capucha y cubriendo su rostro con el turbante a la altura de sus labios llenos y rojos., los cuales siempre disfrazaba al comer la fruta de larma que por su tonalidad siempre le dejaba los labios mas rojos, esto era siempre motivo de risa entre los marinos del Tarn Negro, pero casi no se molestaba, mas bien la tranquilizaba pues como siempre jamás creerían que él, fuera una mujer disfrazada.

Las enormes botas y el abrigo que se arrastraba por los tablones del muelle llegaron a posarse frente a la joven kajira.  Esta sin elevar su mirada, tan solo con verle los pies,  se tiro sobre su vientre y manchando sus labios con el barro de sus botas, mientras no paraba de besarlas, le suplico gimiendo que aceptara ir con ella al Pequeño Vulo; Ker enseguida quito su pies y agachándose a la mitad,  la sujeto de los cabellos con fuerzas haciéndola doblar en arco su espalda, la pobre muchacha gimió y rogo piedad.

-¡Aahh,..ven al Pequeño Vulo, amo se lo ruego!- ¡No, no me golpeen mas, amo!

-¡Kajira insolente y lasciva!. -Murmuro entre dientes cerca de su oído, a la vez que la soltó de golpe dejándola caer otra vez a sus pies.

-¡Poséeme en el Pequeño Vulo, amo!- volvió a rogar a sus pies.

 -Llévame a la posada de tu amo! -y le dejo caer el bolso de piel sobre su espada para que lo llevara. La joven lo cogió y llevo entre sus brazos, erguida y orgullosa caminaba delante de Ker moviéndose instintivamente para atraer la atención de los libres, para desgracias de Ker se pasearon por delante del capitán Kron y Clitus, quienes comenzaron a vitorear y aplaudir golpeado sus hombros con la mano derecha, Ker se ruborizo ante el hecho de lo que ellos pensarían que iba a hacer con la desdichada kajira. Por fortuna el turbante cubría su rostro y ni hablar de la capucha a la cual ya ellos estaban habituados, deducían que el joven era un friolento, pero que ya se le pasaría de llevar una corta temporada en el ardiente calor de Puerto kar. Las risas de Guru y el resto de los tripulantes del Tarn comenzaron a molestarlo y comenzaron a bromear al respecto, Ker les ignoro deliberadamente. La kajira por demás iba inflada de orgullo.

      Llegaron a la Taberna,  al parecer  no estaba ten concurrida, solo un par de libres quienes ni se inmutaron de verle entrar, al fondo estaba el posadero limpiando varias copas y con cara de pocos amigos solo hiso un ademan de saludo con la frente. La kajira se detuvo y se arrodillo delante de él en su más bella posición a lo que Ker al verla mostrando su fuego, le pateo en los muslos para que así cerrara las piernas, la joven quedo desconcertada pero aun así obedeció. Ker le hiso una seña y se dirigió a una apartada mesa baja en el rincón más oscuro del lugar y se sentó seguido de la bestia quien en silencio se arrodillo delante de él en la posición torre. La joven saga se mantuvo erguida y expectante a cualquier movimiento, pero Ker le ignoro deliberadamente, mientras le quitaba el saco de su espalda y lo llevaba a un costado de él, lo abría y sacando unos papiros, los  desenrollo delante de él, y con detenimiento los estudio por unos ehns, de tanto en tanto alzaba su cabeza,  y le echaba una mirada seria a la kajira quien en seguida bajo su cabeza con la mirada humillada ante la seriedad de Ker, quien al verla actuar así, sonreía ante el poder que le daba el hecho de ser un libre y por demás hombre, negó lentamente a modo de sarcasmo y continuo en lo suyo.

      Un ahns mas tarde voces de hombres riendo y de kajiras remilgosas,  me sacaron de mi concentración, mire a saga quien estaba ahora contenta de que mas hombres llegaran a la taberna de El Pequeño Vulo, con una señal le pedí que se fuera a servir a los libres, al abrirse de nuevo las puertas se pude oler la sal y el pescado, que provenían de la brisa del puerto, para mi sorpresa en ese abrir y cerrar de puerta vi con horror que eran Clitus y el capitán Kron acompañados de más de la mitad de los tripulantes del barco insignia. Con disimulo metí los rollos dentro del saco y nuevamente volví a cerrarlo  y a colocarlo entre mis piernas debajo de la pequeña mesa donde me encontraba sentado.

-¡El pequeño Ker! -Gritaron al verme dos de los marinos.

-¡Saludos pequeña Cría! – se sumo el saludo cariñoso el capitán, sentándose a un lado, por lo que debí reaccionar rápido y quitar de un salto mi pequeño arco y carcaj,  o lo hubiera roto con su pesado cuerpo, que este cayó de golpe, sentándose sobre los cojines y almohadones que rápidamente pusieron las kajiras que venían con ellos;  al parecer ya habían empezado a beber desde antes de bajar al muelle.

      Un golpe en el hombro, casi me hace ahogar con el tercer vaso de pa-ga que ya me habían obligado a beber, sentía mis mejillas arder, la verdad es que aquella bebida era muy fuerte para mis gustos,  mis compañeros de viaje estaba realmente bebidos y muy contentos, reía y vitoreaban por la maravillosa ganancia del botín obtenido por el barco insignia. De tanto en tanto le daba a beber a las kajiras que se arriesgaban a cercárseme ya sea por órdenes del capitán Kron o por voluntad propia. Debía evitar que se me arrimaran para seducirme ya que tal acto seria perjudicar para mí y más aun para no embriagarme con esa bebida o no sabría como acabaría todo.  

-¿Necesitas una esclava, amo? – pregunto Lehna. La bailarina de la Taberna El Pequeño Vulo, era una esclava exuberante, de piel de ébano y cabellos rizado negro como la noche, sus ojos eran de un verde esmeralda que me recordaban a alguien, en ellos pude ver la profundidad y peligrosidad del… mar… “me recordaron los ojos del libre que encontré en Puerto Lydius, el mismo de la cabaña”, la joven se me acerco justo en el preciso momento en que me había logrado librar de los agarres de los hombres y no me habían visto cuando había calado mi bolso y tomado mi arco y carcaj y me disponía a salir del reciento; la joven y hermosa kajira, extendió tímidamente la mano para tocar mi rodilla.

 – ¡Cómprame amo!- susurro  ¡Te serviré Bien!. –Los marineros rieron al ver mi estupor, el capitán Kron me miro y se levanto de un salto, volvió a golpear mi hombro empujándome hacia la experimentada kajira, que para mi alivio solo estaba montando el numero de su primer baile; cuando en el salón comenzaron a sonar los ritmos del cuarteto, Kron se movió entre tropezones y cogió a la esclava entre sus brazos y la beso, yo estaba parada justo delante de ello y presencie aquel beso, tan cargado de pasión, y dolor, él la beso con la furia que puede haber en los labios de un amo Goreano, haciéndola sangrar con en el dolor más hermoso apreciado por el amor de un dócil y bien entrenada animal;  justo cuando la soltó ella le miro con la pasión que solo se ve en el reflejo de una mujer que puede amar a un hombre así; una esclava; Kron alzo su mano, para después  dejarla caer con fuerzas sobre su rostro, abofeteándola; todos rieron, y yo a duras penas me contuve. En ese instante había presenciado el verdadero significado de ser una esclava y pertenecer a un hombre.

      La joven callo a sus pies rendida, besándolos y adorándolos para luego alzar la vista hacia él con ojos suplicante le miro, el,  la miraba como solo un amo mira a una esclava, ella desde el suelo asustada solo bajo su rostro ocultándolo bajo su espeso pelo bañando el suelo adosado de la taberna, dignándose solo a retirase, a gatas hacia el centro de la arena, donde danzaría con todo su fuego encendido, al volver a ver a quien le marcara, cuyo nombre yace en el collar que prendiera de su cuello,  la rabia que sentí hacia esa absurda acción de los libres, me hicieron enojar.

-¡Baila para todos nosotros Zorra de la Tierra!- su acento la había delatado, me detuve y la mire aquella esclava seria la clave para salir de este temible lugar antes que fuera demasiado tarde...

-¡Sí, amo!. –Gimió con débil y quebradiza voz.

      Y allí ante nosotros, al ritmo de la música. Lehna bailo con lágrimas en los ojos, ante verdaderos  amos Goreanos, como sin dudas lo era Capitán Kron, su amo, el dueño de Lehna; luego de terminar  callo rendida a sus pies,   él la miro, y sonriente acepto con alegría que había cumplido su cometido, la joven ahora reía entusiasmada y a una señal de él salió corriendo, sin dudas, a los aposentos del Capitán quien unos Inhs mas tardes se despidió dejando la cuenta abierta para todos sus marinos, que no dejaban de beber y de abusar de las más bellas bestias que atendían la Taberna.

      Para entonces yo también  me había marchado hacia una de las habitaciones del reciento, alejada ya del barullo y el olor a paga y sexo, me despoje de mis ropas dejándolas caer descuidadamente sobre el suelo, metiéndome en la tina que había mandado a prepara antes de subir con la kajira arella, ella pronunciaba su bello nombre cada vez que yo le nombraba, aun me costaba manejarme con su dialecto.

- ¿Es, Arella, (ah-rehl-lah) amo! -Ella se había esmerado en servirme, y no disimulo su enojo y frustración cuando le desprendí dejando en su boca un pellizco de tasko por su servicio y sacándola de la habitación casi a empujones;  cerrando tras de mi la pesada puerta de madera. Recostada en la tibia tina, recordé, y para mi sorpresa me sentí relajada y ya  no estaba disgustada, incluso pensé que había disfrutado de los ágiles y sensuales movimientos de las esclavas, que danzaban, kajiras que lucha por dar a conocer sus placeres a los hombres y que son capaces de encender así, sus más bajos instintos; al recordar aquella danza me ruborice, por un momento me imagine desnuda como estaba ahora vistiendo tan solo un frió aro de metal en mi cuello, bufe enojada y me sumergí bajo el agua por unos inhs, las burbujas comenzaron a salir hasta que no aguante,  Salí y sacudí con fuerzas  mi cabeza tratando de espantar así las espantosa idea de que yo jamás danzaría algún día como una de aquella bestias, con esa gracias  tan sutil y salvaje pero tan  significativa que inducirían a la admiración del hombre más poderoso y malvado que jamás pudiera doblegar su corazón ante un bellos ser, una mujer.


Continuara…

martes, 13 de octubre de 2015

Ker The Lydius (6to Capitulo)



Descubriendo al enemigo


     El oficial ante el timón, con Kron Sammus a su lado, dejó caer el brazo como una sañal a lo visto con los catalejos. Hasta donde yo estaba había llegado el grito del remero que había de contar para mantener el ritmo y fue cuando los remos se alzaron y mantuvieron paralelos al agua, iluminados por el naciente sol. Observé que sólo distaban del agua unos treinta centímetros debido a la enorme carga que transportaban. El esclavo gritó de nuevo y todos los remos se introdujeron en el agua para luego salir dejando una pequeña cascada de plata deslizarse de las palas.

     Asustada corrí por la borda, baje hasta la bodega y hurgue entre mis cosa, halle mi carcaj y mi valioso arco, conté las flechas. Aun quedaban cincuenta, eran flechas Goreanas, ligeras, apenas noventa centímetros, con puntas de metal y empenachadas con tres plumas.

     Es bien sabido que los mercaderes de Cos, Tyros y sus aliados estaban disgustados, por que las mercancías transportadas por sus barcos encontraban gran competencia en los mercados a todo lo largo del Thassa, ya que el coste de las mismas se había incrementado considerablemente debido a la forzada protección de sus barcos. Piratas de camino solían emboscar estos navíos para así apoderarse de las pertenecíais y los beneficios que estos aportaban a otras grandes ciudades. También las tarifas del seguro marítimo en aquellas islas se habían convertido en cifras prohibitivas, así que un navío como el que yo abordaba, era sin dudas un peligro a sus negociaciones, y como si se disponía a arribar a Puerto Kar con lo mejor de dos mundos. Las esclavas y su vino.

     Desde el puente de popa del Tarn Negro, y con la ayuda de un catalejo, observé cómo uno a uno los mástiles eran retirados de los barcos de guerra del enemigo. También llegaba a mis oídos el sonido de la trompeta dando señales y podía ver el movimiento de sus banderas ampliando órdenes. No me era posible distinguir las cubiertas de aquellos barcos, pero estaba segura que en ellos reinaba el bullicio. En nuestros barcos, Los arqueros se preparaban con armas y escudos que eran subidos desde la bodega.

     En el barco enemigo se estarían encendiendo las hogueras para calentar las piedras y la resina; y se pondrían a punto las catapultas. En pocos momentos el capitán daria la orden para que se extendieran pieles mojadas sobre las cubiertas y se amontonarían pellejos llenos de agua para extinguir los fuegos que pudieran producirse en la batalla. Dentro de los siguientes diez ehns los puentes habrían sido despejados, excepto por las armas y los artefactos bélicos, y las puertas de las escotillas aseguradas. La actividad en nuestros barcos era muy similar solo que mucho más relajada. Eran piratas de Puerto Kar acostumbrados a este tipo de eventos, proscritos en su mayoría no temían a la eminente batalla que se avecinaba.

     Conté unos veinte barcos en abanico que se dirigían hacia nosotros.

     Nosotros tampoco viajábamos solo en nuestro lado también contábamos con once barcos entre ellos redondos y de guerra, iguales al El Tarn Negro, pero ninguno mejor; Nuestro capitán tenía un plan, habíamos girado y a medio ritmo el navío se dirigía rumbo sudeste en dirección contraria a la de nuestros perseguidores.

     Los otros once barcos, con movimientos poco gráciles, maniobraban para unirse al nuestro en la huida. Kron escuchaba las trompetas del enemigo, decían que se habían creído que el Tarn se rendiría y emprendía la huida, y según los días de entrenamiento en su dirección me mostraron que era un hombre muy astuto. Yo permanecí incrédula y enojada al ver que en vez de ir a la batalla nos retirábamos como un larl herido y debilucho, los mire con el seño fruncido.

-Tranquilo, pequeño Ker, no te defraudare, tendrá tu momento de demostrar cuan hábil eres con ese juguete de niño. –Rio estruendosamente mientras Clitus revolvía mi cabello, estando parada entre ambos.

     Nuestros barcos eran los más rápidos de todos los que tenían, y con la ventaja que disfrutábamos podríamos mantener a los barcos enemigos a una distancia conveniente indefinidamente o, en caso de haberme equivocado, al menos durante varios ahns.

     Huíamos, por supuesto, tan sólo a ritmo medio puesto que el capitán deseaba que la persecución resultara tentadora al enemigo.

Y Así fue.

      Una nueva jabalina, procedente del barco que encabezaba la persecución, cruzó elegante el espacio. Kron sonrió y ordeno a nuestro jefe de remeros que el ritmo se alterara a tres cuartos.

    Otra jabalina ardiendo cruzó el espacio precipitándose en las aguas tan sólo a cinco metros y medio de distancia. Me acerque a la popa y mire el agua, se acercaban. En un cuarto de ahn pude comprobar que unos treinta barcos se habían unido en la persecución nuestra. La flota del tesoro con una pequeña escolta había quedado atrás.
    
     Ahora los barcos, al parecer aterrados, escapaban en dirección sudeste sin formación alguna, pero perseguidos por dos o tres barcos enemigos. El nuestro, si acaso, porque habían reconocido que se trataba del barco insignia ya que había encabezado la formación, era honrado por cinco perseguidores.

     Después de dos ahns, a veces acelerando y otras reduciendo la velocidad con el fin de alentar a nuestros perseguidores, habíamos conseguido dispersarlos en un amplio abanico según las características de los barcos enemigos


¡Velocidad al cuarto! —ordeno al jefe de remeros que ocupaba su asiento tan sólo unos centímetros más bajo del lugar de donde yo estaba.

Habían transcurrido más de cinco ahns antes de que el comandante del barco insignia comprendiera que le habían engañado o que no le sería posible darnos alcance. Había comenzado; Se oyeron trompetas y las banderas empezaron a emitir señales. Todos los barcos que lo seguían empezaron a girar. Algunos de los que perseguían a nuestras otras naves, habiendo visto con ayuda del catalejo las señales, también ponían fin a la persecución. Otros estarían desperdigados por el Mar de Thassa.

Tan pronto vimos que los barcos que nos persiguieron giraban y se alejaban de nosotros, Nuestro Capitán dio las nuevas órdenes.

Girad y luego a velocidad máxima.-Grito. Las palabras fueron recibidas con gritos de alegría por parte de los remeros.

Estábamos a menos de cincuenta metros cuando un marinero, al mirar hacia atrás, dio la alarma. El ariete, o aguijón, del Tarn Negro penetró en la popa del barco enemigo a unos treinta centímetros bajo el nivel del agua.

Remos, retroceso —gritó el jefe de remeros del Tarn Negro

Balanceándose y crujiendo debido al impacto, el barco retrocedió desgarrando el ariete cuanto hallaba a su paso.

¡Timonel, a estribor! ¡Ritmo, velocidad máxima! —ordeno el Capitán.

     La popa del barco enemigo empezaba a hundirse cuando nos deslizamos junto a su costado. Las flechas de las ballestas se clavaban sobre el parapeto reforzado que protegía a los remeros. Aquéllas fueron las únicas armas que nos atacaron. Se oyeron gritos de alarma. Aún quedaban cuatro barcos ante nosotros. El más cercano se encontraba a unos noventa metros del que acabábamos de hundir. El golpe de nuestro ariete contra la popa y los gritos de sus ocupantes habían llegado hasta ellos. Vi cómo intentaba girar, pero antes de que hubiera avanzado cuatro puntos en el compás goreano, nuestro aguijón se había clavado en el costado de popa y retrocedido, dejándonos libres para atacar al siguiente barco enemigo.

     Los hombres de Kron se habían alistado y había ya preparado para el ataque contra sus navíos al parecer procedentes de Asperiche. Sin perder el ritmo y sin apartarse de su lugar, Kron empezó a dar órdenes de máxima velocidad.

    El Tarn Negro, con la popa baja y el ariete fuera del agua, avanzaba hermoso y perverso como un eslín. Alcanzamos la cuarta nave por la mitad, como habíamos hecho con la tercera. Nos apartamos de ella y emprendimos la persecución de la quinta y última nave. Ésta no daba señales de prepararse para la batalla. Nos separaba una gran distancia.

—¡Máxima velocidad! —ordenó el jefe de remeros al hombre que se sentaba ante el tambor, y se unió a mí en el puente.

¿Podremos alcanzarla? —pregunté, mi corazón latía fuerte dentro de mi pecho, la adrenalina me tenia presa de ese sentimiento entre emoción y temor.

¡Pásame el catalejo!.Dijo serio, sin mirarme.

Se lo di.

¿Conoces de barcos? —pregunto sonriente.

No —respondí incrédula.

    Estuvo observándolo durante más de un ehn, estudiando atento el movimiento de los remos. Por fin exclamó:

¡Sí, lo alcanzaremos!

Me devolvió el catalejo.

Bajó las escaleras y ocupó su asiento habitual.

—¡Ritmo tres cuartos! —ordenó.

     No pregunte nada, al fin y al cabo yo poco sabia de naves y menos de la manera de atacar a otros barcos. De vez en cuando observaba al barco que nos precedía. La distancia que nos separaba era cada vez mayor.

     El enorme Guru, se volvió y acerco a mi me miro y dijo con voz tranquila:

¡El barco tiene ciento treinta y dos remos! —dijo—, ¡Pero es un barco pesado y su línea no es tan buena como la Nuestra! -Sonrió feliz.

¡Parece que ha tenido que reducir velocidad! —dijo pasándome los catalejos.

¡Ahora debe ir al ritmo de tres cuartos como nosotros, y a esta velocidad podremos alcanzarlo!.- Le mire asombrada por sus conocimientos y se marcho con una sonrisa de triunfo.

    Bajó las escaleras para volver a ocupar su asiento.

    No tardarían ellos en comprender que no conseguiría escapar del Tarn Negro, y tarde o temprano se vería obligado a presentar batalla. Un cuarto de ahn más tarde vi como por fin giraba.



¡Velocidad un cuarto de máxima! —grito el jefe de remeros.

Cuatro ehns después ordeno:

¡Levad remos!.

     Los dos barcos, el Tarn Negro y el enemigo, estaban uno frente al otro inmóviles excepto por el balanceo producido por las olas. Nos separaba una distancia de unos noventa metros.

     Debido a que las armas más peligrosas de un barco de guerra son su ariete y las hojas en forma de media luna que sirven para segar los remos, la más arriesgada posición de ataque es la frontal. En tal caso, los barcos describen amplios círculos tanteándose como dos astutos eslines, mientras los hombres de ambos intercambian proyectiles de toda clase en espera de la oportunidad de utilizar el ariete o las cuchillas. No dudaba que el Tarn Negro, siendo un barco mucho más ligero y de quilla más pequeña, respondiera con mayor eficacia a su timonel, y que al reducirse los círculos girarían rápido cogiendo al enemigo por la popa y por el centro.

     Pero esto también lo comprendió el capitán de la otra nave. Había intentado eludir la batalla, pero ahora no se hallaba en situación de escoger. 

     Hizo lo que el Capitán y jefe de remeros esperaban.

     El Tarn Negro, tenía una tripulación libre de doscientos quince hombres, siendo la mayoría diestros en el manejo de las armas.

     Había pasado tan sólo un ahn cuando yo junto al capitán , Kron y Clitus, cruzamos la pasarela que los hombres habían tendido desde el Tarn hasta el barco insignia. Ya habían sometido a su tripulación.

     Nos recibió a bordo un hombre alto, con barba y capa color púrpura.

¡Soy Tiberius Leonidas de Telnus, almirante de la Flota de los Tesoros de Cos y Tyros!.

¡Ponedle las cadenas! —ordeno Kron.

El almirante le miró con furia.

     Me volví hacia Clitus, que me había precedido. Este alboroto mi cabello corto tratándome como un cachorro. El hecho me molesto pero eso a él ni a Guru parecía no importarles. Nos alejamos del encuentro de capitanes.

¿Tienes en tu poder las listas del cargamento? —pregunto Kron a Tiberius.

     Este ordeno a sus hombres le trajeran algo y una vez allí le entregó un libro encuadernado en oro con el sello de Chenbar, Ubar de Tyros, mientras los hombres del Tarn Negro ajustaban los grilletes a las muñecas y tobillos del almirante. Me acerque y le vi Rompe el sello e inspeccionar las listas.

¿Sabes leer Ker?. –me pregunto con una sonrisa que casi nunca mostraba, asentí, Maleene la esclava me había enseñado a hacerlo, me entrego el enorme libro riendo por mi cara al sentir el peso.

—¡Sígueme!- Me ordeno Clitus mientras el capitán en cubierta ordenaba a sus hombre a que arriaran la bandera e izaran la del barco insignia del Tarn Negro de Puerto Kar, Yo seguí a Clitus con dificultad llevaba el pesado libre, y mis enormes botas no me ayudaron a bajar la escalara a la bodega, tropecé un par de veces y de no ser porque me agarre de la baranda hubiera rodado escaleras abajo. Llegamos a una especie de bodega donde había un enorme escritorio de madera cruda allí puse el libre CLitus tomo un banco y lo acerco.

¡Por los RRSS crio, como puedes andar así sin que te mates? –le miro sorprendida y a la vez furiosa por el comentario. —¡Siéntate Ker! ¿Y dime que ves?

     Me senté y abrí el libro, comencé a pasar la paginas una a una, Clitus aguardaba impaciente, le mire y le dije con una sonrisa en los labios.

¡Si las cifras anotadas aquí. son correctas! – dije pasando una mano por mi cabello ahora alborotado otra vez por Clitus.

- ¡Que sin duda alguna lo son! -Comento él con emoción en su voz. -¡Que sin duda alguna lo son!-Grito fuerte entre risas.

-¡Los capitanes de Puerto Kar serán dueños de un gran tesoro!—dije a Clitus con algo de decepción.

-¡No pequeño Ker, Nosotros y los Capitanes de Puerto Kar seremos dueños de un gran tesoro!. Me corrigió con voz casi quebrada. A lo que agrego.

¡Seguramente seremos los hombres más ricos de Gor! —comentó riendo.

—¡Servirán para hacer más poderosa la flota del arsenal de Puerto Kar —respondió.

¿Pero... , precisa de tanta riqueza? —proteste.

Una risa tras nosotros, me hizo palidecer, era el Capitán.

¡El arsenal recibirá dieciocho partes de las treinta, puesto que dieciocho de los barcos que formaban mi flota pertenecían al arsenal!.

     Ellos Había acordado con el consejo reservar doce partes de las treinta en que se dividiría el botín, así como que todos los esclavos fueran liberados. Clitus me miro y sonriente volvió a posar su manaza en mi cabeza alborotándome el cabello y casi hundiéndome en el banco. Ambos hombres rieron felices. Una voz retumbo en la cubierta del gran barco.

-Liberen a los esclavos y que se unan a la tripulación de Tarn Negro y leales a la tripulación y hombres del Capitan Kron Sammus de Puerto Kar!

-¡Aiiiiii!- vitorearon todos eufóricos, aquella noche sería motivo de alegrías y celebración al rallar los primeros rayos el Larl Torvis estaríamos llegando a Puerto Kar.







"Nota: Las escenas que aqui se describen en parte fueron tomadas del Libro Original de Jhon Norman, Espero sepan disculpar a este kajira por desconocer un poco de las guerras entre Libres Goreanos. espero Les guste y complazca a los lectores."

viernes, 9 de octubre de 2015

Ker The Lydius ( 5to Capitulo)


A Bordo del Tran Negro

          Arcadas tras arcadas, la pobre Jo permaneció recostada, durante las primeras dos lunas, de uno de los barriles de semillas de Sa tarna, acumulados en la proa del barco, El legendario Tarn Negro, donde la tripulación, de haber sabido que ella era una joven mujer de la tierra y por demás virgen, ya le hubieran puesto un collar y estaría atada a uno de los remos del barco, eso sí en cuyo caso le fuera perdonado la vida ya que el simple hecho de hacerse pasar por un hombre le hubiera costado su vida y pero aun su libertad, en Gor el simple hecho de ser una mujer es quizás una ventaja para no ser asesinada, pero nunca se sabe con qué amo Goreano se tope. Aquel horrendo pensamiento la ayudo a recomponerse de inmediato, un marinero al verle pálido sintió pena por el joven muchacho y le dio a beber una agua turbia de muy mal sabor pero que de verdad le ayudo mucho para el resto del viaje, el cual apenas comenzaba.

     Aquel hombre llegaría a ser una figura protectora para Jo, era un marinero alto y de cabello rapado. Que por su raíz creciente debía de ser de un rubio muy claro, sus ojos eran de una azul brillante y su cuerpo estaba bien definido, al parecer las largas horas en los remeros le había forjado gran fuerza y destreza en sus movimiento, la innumerables cicatrices le indicaban lo duro en la vida de aquel hombre. Jo se apego a este hombre, tanto que resulto ser una especie de mascota que divertía mucho a los marineros del glorioso navío. Considerando por todos al verlo enclenque y debilucho; apenas lo sentaban en la banco de los remeros a ocupar algún puesto vacio mientras uno de ellos decida dar un descanso, y a solo un par de remadas, terminaba lanzado a casi dos puesto más allá, por la fuerza del bravío mar de Thassa; todos se divertían a sus costas, lo que le enfadaba realmente, pero a la larga ellos no le necesitaban ya que el chico no podía ni con las pesadas botas de piel que llevaba, mucho menos un pesado remo; solo les serbia de distracción, los hombres que felices de verlo en cada penosa situación les hacía mas llevadero su trabajo aun en el mal tiempo.-

     Jo, cada día les colaboraba trayendo las cubetas de agua fresca para saciar la sed de los remeros y a su vez en vez les llevaba una de las cuatro raciones diarias de pan, cebollas y guisantes, las gachas eran para las esclavas que les enviaban, y una que otra pieza de carne y pan para los capitanes. A algunos esclavos atados, siempre se propasaban tirando de su cadena al verle pasar y le hacían tropezar, muchos reían pero luego eran castigados por el jefe de remeros, este era un enorme hombre de tez oscura con la cara y la cabeza poblada de espeso cabello negro. Jo le temía cada vez que le pasaba por un lado y este le detenía para beber de la cubeta. Pero la verdad es que no era tan rudo como aparentaba pero las marcas en su rostro le decían que siempre fue un hombre temido y muy peligroso.

     Una tarde ya casi saliendo las bellísimas tres lunas de Gor, Jo estaba sentada comiendo una suculenta Larma cuando escucho un alboroto y antes de que pudiera reaccionar, paso por su lado, corriendo a toda prisa a una joven esclava, una chica morena de cabello rizados hasta la cintura, su cuerpo aunque delgado dejaba ver sus grandes pechos, estaba desnuda solo bestia el collar de metal alrededor de su cuello; y en su muslo izquierdo una intrincada marca, que parecía haber sido hecha hace pocos días, quizás antes de subir al barco. Los hombres al verla le atraparon e hicieron un circulo a su alrededor, le ordenaron ponerse de rodillas y someterse ante todos ellos, uno a uno la joven les fue suplicando la dejarse, la chica por sus palabras no era de este planeta y al igual que ella también era una barbará, los hombres le ordenaban entre gritos y palmadas, que danzara, todos la contemplaban, Jo Miraba a la bailarina como se retorcía en el circulo que habían formado los hombres a modo de arena, la joven lloraba intentando escapar de los latigazos que los amos le infringían, ella intento no mirar, la joven intentaba que las crueles tiras de cuero no siguieran cayendo sobre su cuerpo. Jo sintió como su sangre hervía, se levanto de allí y se marcho hacia las bodegas.

¡Hey pequeño, a donde vas, no te divertirás con la pequeña zorra? – le había detenido una voz gruesa que muy poco se dejaba oír, salvo que tuviese algunas botella de paga; era el enorme de tez oscura; Guru, era el jefe de remeros, con su peculiar rostro cubierto de pelo se asomaba lo que parecía ser una sonrisa casi infantil, aquel acto barbarie no era del gusto de una joven terrestre acostumbrada a ser libre y ser el centro de atención de hombres en un mundo donde todos son iguales. Hiso una mueca y sonriendo le dijo con voz ronca y algo fingida.

¡Sii.. Agg,..voy …por otra grrr... Botella de paga!

¡Grrrrrrrrr… si, que sean dos Ker! -Grito el rubio pelado cuyo nombre era Clitus.  Jo se giro y poniendo sus ojos en blanco hizo una seña colocando sus dedos sobre sus labios cubierto por el turbante, y se marcho a las bodegas, debería de llevar las botellas o de seguro volverían por ella al ver q no regresaba.

     Se dice que las bailarinas de Puerto Kar son las mejores del planeta y que muchas son las ciudades que van allí a buscarlas. Son esclavas hasta la médula; viciosas, traicioneras, astutas, seductoras, peligrosas, adorables, pero esta tenía que ser de otro lugar, Jo la miro y sintió pena de la joven kajira, regreso con las dos botellas, las cuales le fueron arrebatadas de las manos sin siquiera verle, miro a la joven como luchó por enderezarse, pero estaba agachada y medio loca por el terror y el dolor que tantas horas fustigada y vejada le producía en su cuerpo. Uno de los Capitanes, desenvaino su espada y señalo la cubierta con la punta de la espada. La joven lo miro aterrada y negó con la cabeza, giró y corrió hacia la barandilla a la que se agarró mirando hacia el exterior. Un enorme Tharlarion, al divisar su imagen reflejada en las aguas, sacó la cabeza del pantano abriendo las fauces, para luego introducirse de nuevo en el líquido. Dos o tres tharlariones más aparecieron a sus pies. La joven Se apartó de la barandilla gritando y llorando volvía a los pies del libre suplicando y llorando. Se giró, y me miró corrió hacia a mí y se prendió de mis vestiduras, y continuó negando con la cabeza. Le mire, todos se quedaron expectantes solo sonreí de medio lado y tirando de sus cabellos la acerque y le susurre al oído:



¡Solo baila para ellos hasta que te duela el cuerpo o no te dejaran en paz! — la joven me miro sorprendida de que le hablara en su mismo idioma, yo estaba tranquila ya que sabía que ellos no le entendía cuando ella comenzó a gritar que yo la entendía, la ignoré mientras el capitán le continuaba señalando un lugar en la cubierta.

—¡Por favor! —gimió.

     Los hombres del Tarn negro le rodearon mientras la joven rendida comenzó a moverse de manera torpe al principio pero al rato supe que lo hacía bien ya que los hombres vitoreaba y aplaudían golpeándose los hombros con sus manos; Jo ahora Ker, aprovecho para así escapar de nuevo a su guarida a intentar dormir un poco, cosa que dudaba por los gritos y aplausos de los libres ante la antesala a la violación de la pobre muchacha.

     A la mañana siguiente Jo, despertó estirándose perezosamente tras dos barriles que había usado como paraban para así poder despojarse un poco de las vestiduras y ataduras que le eran tediosas de llevar, miro con repulsión el enorme saco raído y maloliente que debía llevar para ocultar así sus bien pronunciadas curvas,. Jo salía cada mañana mucho antes de que saliera el Torvis, para así mientras dormían ella podía darse una rápida lavada y así quitar el mal olor de si, aunque después debía de ennegrecerse otra vez su rostro, para ocultar sus delicadas pecas y facciones de mujer. Ya habían pasado más 2 manos desde que se embarcara en el navío con rumbo a puerto Kar, una ciudad corrupta en donde ladrones y proscritos eran bienvenidos sin importar sus fechorías. La idea le aterro pero igual debía armarse de valor si deseaba encontrar al hombre quien le devolvería su anterior vida.

      La kajira le había dado su descripción ya que ni ella misma sabia su nombre, pero el sin dudas era el enlace que daría a Jo la oportunidad de regresar a la tierra, ahora regresar por Marlenne sería otra cosa, lo intentaría hasta donde pudiese mas si no podría hacer mas, la dejaría, igual ya la joven estaba acostumbrada a este tierra y a sus malos tratos, ella aun no había sentido en su piel el acero ni las tiras del kurt.

¡Vamos Ker, mueve tu escuálido trasero y trae es cubeta de agua! —Le gritaba Tartion un marinero, el segundo del Capitan Kron Sammus, Capitan al mando del Tarn Negro. Ker a tropezones bien podía con él, como para así llevar un pesado cubo de agua para los esclavos y remeros del navío, al bajar los escalones casi pierde el equilibrio y se hubiera ido de bruces de no ser por las enormes manos del jefe de remeros, quien ahora con su tosca mirada y seriedad le hicieron helar la sangre al sentir sus manos sobre su piel, que aun bajo las gruesas telas pudo sentir.

¡Claro pedazo de smuffit, si con esos harapos no puedes ni ver¡ —le dijo mientras le ayudaba a sostenerse en pie y miraba el agua derramada por el suelo después que le mojaba las sandalias.

¡Haggg! Sal de aquí tonto enclenque, Haaaar-ta! —Le grito escupiéndole la cara al gritarle tan fuerte. Los demás rieron ante el infortunio del joven muchacho y felices recibieron el resto de agua.

     Ker permanecía largas horas alejado del resto de la tripulación, así podría poner en orden sus ideas y de cómo se mantendría bajo perfil en Puerto Kar, Clitus le había dicho que el se quedaría solo unas lunas en casa de un familiar, se ofreció a darle cobijo mientras el permaneciera allí, Ker intento pagar el favor y mas valió no haberlo hecho el hombre le dio un golpe en los omoplatos que le dejo privado del dolor y como no, si era una pobre mujer indefensa incapaz de soportar tales malos tratos, Clitus rio como lo hacía por todo lo que le pasaba la pobre Jo, quizás de haber sabido que ella era una mujer no la hubieran tratado así, pensó en ser o llegar a ser pirata, la idea le agrado y más cuando una tarde el capitán Kron quien también le había agarrado algo de aprecio a la joven le pido que subiera al mando para acompañarle mientras navegaban, allí el hombre le comenzó a hablar de las corrientes y de cómo descifrar si a lo lejos los navíos eran o no enemigo. Esos días Jo presto mucha atención y aunque su Goreano era bueno había cosas que debía de anotar para luego quizás buscar una kajira que pudiera traducir a su lengua lo comprendido hasta ahora.

     Se acercaba el mes de Se`Kara, es el séptimo mes del calendario Goreano, el del equinoccio de otoño, que correspondería al mes de Septiembre. Y era casi la vigésima hora, cuando una ruido llamo su atención una leve luz parpadeo en el horizonte, creyó que había sido una estrella fugaz, pero luego vio una más a la izquierda y otro ruido ..Que parecía…

Son navío!*susurro luego abrió bien los ojos y comenzó a gritar dando la voz de alarma-

—¡Enemigo a la vista, barcos enemigos se acercan!— grito y corrió a toda prisa, los marineros despertaron abruptamente Guru corrió a su puesto despertando a los esclavos.

¡Remos fuera! —ordenó el jefe de remeros.

     Se podía oír los gritos de los marineros llevando a cabo las maniobras necesarias. Las velas no serían desplegadas. Sentí que empezábamos a mecernos. Esto suponía que habían soltado las amarras. Los ojos del barco estarían girando hacia el frente enemigo. Todos los barcos en Gor tienen ojos pintados en la proa, como en los barcos de guerra, o en la popa, como en los redondos. Estos ojos representan la creencia de los hombres de mar de que un barco es un ser viviente que precisa tales órganos para ver el camino.

¡Remos listos!.

Los remos tomaron posición.

¡Remad!

Resonó el gran tambor y los remos, todos a una, penetraron en el agua.

     Es bien sabido que El Tarn Negro, en sí ya es un arma. Es un barco tipo Tarn, o sea de guerra. Es largo, estrecho y plano con un solo mástil por lo que resulta ser muy rápido. El ariete es pesado proyectándose en la forma del pico del Tarn justo por debajo del nivel del agua y centra en sí toda la fuerza de la quilla y de la popa, lo cual, lo convierte en un arma de guerra. Generalmente, esta clase de barcos están pintados con gran variedad de colores pero él es todo Negro. Además de los dos puentes de popa y proa muestra dos torretas movibles de unos sesenta centímetros de alto, dos ligeras catapultas y ocho tira piedras. También está equipado de cuchillas para segar remos. La batalla sería inminente, Jo estaba aterrada.


Continuara...