martes, 13 de octubre de 2015

Ker The Lydius (6to Capitulo)



Descubriendo al enemigo


     El oficial ante el timón, con Kron Sammus a su lado, dejó caer el brazo como una sañal a lo visto con los catalejos. Hasta donde yo estaba había llegado el grito del remero que había de contar para mantener el ritmo y fue cuando los remos se alzaron y mantuvieron paralelos al agua, iluminados por el naciente sol. Observé que sólo distaban del agua unos treinta centímetros debido a la enorme carga que transportaban. El esclavo gritó de nuevo y todos los remos se introdujeron en el agua para luego salir dejando una pequeña cascada de plata deslizarse de las palas.

     Asustada corrí por la borda, baje hasta la bodega y hurgue entre mis cosa, halle mi carcaj y mi valioso arco, conté las flechas. Aun quedaban cincuenta, eran flechas Goreanas, ligeras, apenas noventa centímetros, con puntas de metal y empenachadas con tres plumas.

     Es bien sabido que los mercaderes de Cos, Tyros y sus aliados estaban disgustados, por que las mercancías transportadas por sus barcos encontraban gran competencia en los mercados a todo lo largo del Thassa, ya que el coste de las mismas se había incrementado considerablemente debido a la forzada protección de sus barcos. Piratas de camino solían emboscar estos navíos para así apoderarse de las pertenecíais y los beneficios que estos aportaban a otras grandes ciudades. También las tarifas del seguro marítimo en aquellas islas se habían convertido en cifras prohibitivas, así que un navío como el que yo abordaba, era sin dudas un peligro a sus negociaciones, y como si se disponía a arribar a Puerto Kar con lo mejor de dos mundos. Las esclavas y su vino.

     Desde el puente de popa del Tarn Negro, y con la ayuda de un catalejo, observé cómo uno a uno los mástiles eran retirados de los barcos de guerra del enemigo. También llegaba a mis oídos el sonido de la trompeta dando señales y podía ver el movimiento de sus banderas ampliando órdenes. No me era posible distinguir las cubiertas de aquellos barcos, pero estaba segura que en ellos reinaba el bullicio. En nuestros barcos, Los arqueros se preparaban con armas y escudos que eran subidos desde la bodega.

     En el barco enemigo se estarían encendiendo las hogueras para calentar las piedras y la resina; y se pondrían a punto las catapultas. En pocos momentos el capitán daria la orden para que se extendieran pieles mojadas sobre las cubiertas y se amontonarían pellejos llenos de agua para extinguir los fuegos que pudieran producirse en la batalla. Dentro de los siguientes diez ehns los puentes habrían sido despejados, excepto por las armas y los artefactos bélicos, y las puertas de las escotillas aseguradas. La actividad en nuestros barcos era muy similar solo que mucho más relajada. Eran piratas de Puerto Kar acostumbrados a este tipo de eventos, proscritos en su mayoría no temían a la eminente batalla que se avecinaba.

     Conté unos veinte barcos en abanico que se dirigían hacia nosotros.

     Nosotros tampoco viajábamos solo en nuestro lado también contábamos con once barcos entre ellos redondos y de guerra, iguales al El Tarn Negro, pero ninguno mejor; Nuestro capitán tenía un plan, habíamos girado y a medio ritmo el navío se dirigía rumbo sudeste en dirección contraria a la de nuestros perseguidores.

     Los otros once barcos, con movimientos poco gráciles, maniobraban para unirse al nuestro en la huida. Kron escuchaba las trompetas del enemigo, decían que se habían creído que el Tarn se rendiría y emprendía la huida, y según los días de entrenamiento en su dirección me mostraron que era un hombre muy astuto. Yo permanecí incrédula y enojada al ver que en vez de ir a la batalla nos retirábamos como un larl herido y debilucho, los mire con el seño fruncido.

-Tranquilo, pequeño Ker, no te defraudare, tendrá tu momento de demostrar cuan hábil eres con ese juguete de niño. –Rio estruendosamente mientras Clitus revolvía mi cabello, estando parada entre ambos.

     Nuestros barcos eran los más rápidos de todos los que tenían, y con la ventaja que disfrutábamos podríamos mantener a los barcos enemigos a una distancia conveniente indefinidamente o, en caso de haberme equivocado, al menos durante varios ahns.

     Huíamos, por supuesto, tan sólo a ritmo medio puesto que el capitán deseaba que la persecución resultara tentadora al enemigo.

Y Así fue.

      Una nueva jabalina, procedente del barco que encabezaba la persecución, cruzó elegante el espacio. Kron sonrió y ordeno a nuestro jefe de remeros que el ritmo se alterara a tres cuartos.

    Otra jabalina ardiendo cruzó el espacio precipitándose en las aguas tan sólo a cinco metros y medio de distancia. Me acerque a la popa y mire el agua, se acercaban. En un cuarto de ahn pude comprobar que unos treinta barcos se habían unido en la persecución nuestra. La flota del tesoro con una pequeña escolta había quedado atrás.
    
     Ahora los barcos, al parecer aterrados, escapaban en dirección sudeste sin formación alguna, pero perseguidos por dos o tres barcos enemigos. El nuestro, si acaso, porque habían reconocido que se trataba del barco insignia ya que había encabezado la formación, era honrado por cinco perseguidores.

     Después de dos ahns, a veces acelerando y otras reduciendo la velocidad con el fin de alentar a nuestros perseguidores, habíamos conseguido dispersarlos en un amplio abanico según las características de los barcos enemigos


¡Velocidad al cuarto! —ordeno al jefe de remeros que ocupaba su asiento tan sólo unos centímetros más bajo del lugar de donde yo estaba.

Habían transcurrido más de cinco ahns antes de que el comandante del barco insignia comprendiera que le habían engañado o que no le sería posible darnos alcance. Había comenzado; Se oyeron trompetas y las banderas empezaron a emitir señales. Todos los barcos que lo seguían empezaron a girar. Algunos de los que perseguían a nuestras otras naves, habiendo visto con ayuda del catalejo las señales, también ponían fin a la persecución. Otros estarían desperdigados por el Mar de Thassa.

Tan pronto vimos que los barcos que nos persiguieron giraban y se alejaban de nosotros, Nuestro Capitán dio las nuevas órdenes.

Girad y luego a velocidad máxima.-Grito. Las palabras fueron recibidas con gritos de alegría por parte de los remeros.

Estábamos a menos de cincuenta metros cuando un marinero, al mirar hacia atrás, dio la alarma. El ariete, o aguijón, del Tarn Negro penetró en la popa del barco enemigo a unos treinta centímetros bajo el nivel del agua.

Remos, retroceso —gritó el jefe de remeros del Tarn Negro

Balanceándose y crujiendo debido al impacto, el barco retrocedió desgarrando el ariete cuanto hallaba a su paso.

¡Timonel, a estribor! ¡Ritmo, velocidad máxima! —ordeno el Capitán.

     La popa del barco enemigo empezaba a hundirse cuando nos deslizamos junto a su costado. Las flechas de las ballestas se clavaban sobre el parapeto reforzado que protegía a los remeros. Aquéllas fueron las únicas armas que nos atacaron. Se oyeron gritos de alarma. Aún quedaban cuatro barcos ante nosotros. El más cercano se encontraba a unos noventa metros del que acabábamos de hundir. El golpe de nuestro ariete contra la popa y los gritos de sus ocupantes habían llegado hasta ellos. Vi cómo intentaba girar, pero antes de que hubiera avanzado cuatro puntos en el compás goreano, nuestro aguijón se había clavado en el costado de popa y retrocedido, dejándonos libres para atacar al siguiente barco enemigo.

     Los hombres de Kron se habían alistado y había ya preparado para el ataque contra sus navíos al parecer procedentes de Asperiche. Sin perder el ritmo y sin apartarse de su lugar, Kron empezó a dar órdenes de máxima velocidad.

    El Tarn Negro, con la popa baja y el ariete fuera del agua, avanzaba hermoso y perverso como un eslín. Alcanzamos la cuarta nave por la mitad, como habíamos hecho con la tercera. Nos apartamos de ella y emprendimos la persecución de la quinta y última nave. Ésta no daba señales de prepararse para la batalla. Nos separaba una gran distancia.

—¡Máxima velocidad! —ordenó el jefe de remeros al hombre que se sentaba ante el tambor, y se unió a mí en el puente.

¿Podremos alcanzarla? —pregunté, mi corazón latía fuerte dentro de mi pecho, la adrenalina me tenia presa de ese sentimiento entre emoción y temor.

¡Pásame el catalejo!.Dijo serio, sin mirarme.

Se lo di.

¿Conoces de barcos? —pregunto sonriente.

No —respondí incrédula.

    Estuvo observándolo durante más de un ehn, estudiando atento el movimiento de los remos. Por fin exclamó:

¡Sí, lo alcanzaremos!

Me devolvió el catalejo.

Bajó las escaleras y ocupó su asiento habitual.

—¡Ritmo tres cuartos! —ordenó.

     No pregunte nada, al fin y al cabo yo poco sabia de naves y menos de la manera de atacar a otros barcos. De vez en cuando observaba al barco que nos precedía. La distancia que nos separaba era cada vez mayor.

     El enorme Guru, se volvió y acerco a mi me miro y dijo con voz tranquila:

¡El barco tiene ciento treinta y dos remos! —dijo—, ¡Pero es un barco pesado y su línea no es tan buena como la Nuestra! -Sonrió feliz.

¡Parece que ha tenido que reducir velocidad! —dijo pasándome los catalejos.

¡Ahora debe ir al ritmo de tres cuartos como nosotros, y a esta velocidad podremos alcanzarlo!.- Le mire asombrada por sus conocimientos y se marcho con una sonrisa de triunfo.

    Bajó las escaleras para volver a ocupar su asiento.

    No tardarían ellos en comprender que no conseguiría escapar del Tarn Negro, y tarde o temprano se vería obligado a presentar batalla. Un cuarto de ahn más tarde vi como por fin giraba.



¡Velocidad un cuarto de máxima! —grito el jefe de remeros.

Cuatro ehns después ordeno:

¡Levad remos!.

     Los dos barcos, el Tarn Negro y el enemigo, estaban uno frente al otro inmóviles excepto por el balanceo producido por las olas. Nos separaba una distancia de unos noventa metros.

     Debido a que las armas más peligrosas de un barco de guerra son su ariete y las hojas en forma de media luna que sirven para segar los remos, la más arriesgada posición de ataque es la frontal. En tal caso, los barcos describen amplios círculos tanteándose como dos astutos eslines, mientras los hombres de ambos intercambian proyectiles de toda clase en espera de la oportunidad de utilizar el ariete o las cuchillas. No dudaba que el Tarn Negro, siendo un barco mucho más ligero y de quilla más pequeña, respondiera con mayor eficacia a su timonel, y que al reducirse los círculos girarían rápido cogiendo al enemigo por la popa y por el centro.

     Pero esto también lo comprendió el capitán de la otra nave. Había intentado eludir la batalla, pero ahora no se hallaba en situación de escoger. 

     Hizo lo que el Capitán y jefe de remeros esperaban.

     El Tarn Negro, tenía una tripulación libre de doscientos quince hombres, siendo la mayoría diestros en el manejo de las armas.

     Había pasado tan sólo un ahn cuando yo junto al capitán , Kron y Clitus, cruzamos la pasarela que los hombres habían tendido desde el Tarn hasta el barco insignia. Ya habían sometido a su tripulación.

     Nos recibió a bordo un hombre alto, con barba y capa color púrpura.

¡Soy Tiberius Leonidas de Telnus, almirante de la Flota de los Tesoros de Cos y Tyros!.

¡Ponedle las cadenas! —ordeno Kron.

El almirante le miró con furia.

     Me volví hacia Clitus, que me había precedido. Este alboroto mi cabello corto tratándome como un cachorro. El hecho me molesto pero eso a él ni a Guru parecía no importarles. Nos alejamos del encuentro de capitanes.

¿Tienes en tu poder las listas del cargamento? —pregunto Kron a Tiberius.

     Este ordeno a sus hombres le trajeran algo y una vez allí le entregó un libro encuadernado en oro con el sello de Chenbar, Ubar de Tyros, mientras los hombres del Tarn Negro ajustaban los grilletes a las muñecas y tobillos del almirante. Me acerque y le vi Rompe el sello e inspeccionar las listas.

¿Sabes leer Ker?. –me pregunto con una sonrisa que casi nunca mostraba, asentí, Maleene la esclava me había enseñado a hacerlo, me entrego el enorme libro riendo por mi cara al sentir el peso.

—¡Sígueme!- Me ordeno Clitus mientras el capitán en cubierta ordenaba a sus hombre a que arriaran la bandera e izaran la del barco insignia del Tarn Negro de Puerto Kar, Yo seguí a Clitus con dificultad llevaba el pesado libre, y mis enormes botas no me ayudaron a bajar la escalara a la bodega, tropecé un par de veces y de no ser porque me agarre de la baranda hubiera rodado escaleras abajo. Llegamos a una especie de bodega donde había un enorme escritorio de madera cruda allí puse el libre CLitus tomo un banco y lo acerco.

¡Por los RRSS crio, como puedes andar así sin que te mates? –le miro sorprendida y a la vez furiosa por el comentario. —¡Siéntate Ker! ¿Y dime que ves?

     Me senté y abrí el libro, comencé a pasar la paginas una a una, Clitus aguardaba impaciente, le mire y le dije con una sonrisa en los labios.

¡Si las cifras anotadas aquí. son correctas! – dije pasando una mano por mi cabello ahora alborotado otra vez por Clitus.

- ¡Que sin duda alguna lo son! -Comento él con emoción en su voz. -¡Que sin duda alguna lo son!-Grito fuerte entre risas.

-¡Los capitanes de Puerto Kar serán dueños de un gran tesoro!—dije a Clitus con algo de decepción.

-¡No pequeño Ker, Nosotros y los Capitanes de Puerto Kar seremos dueños de un gran tesoro!. Me corrigió con voz casi quebrada. A lo que agrego.

¡Seguramente seremos los hombres más ricos de Gor! —comentó riendo.

—¡Servirán para hacer más poderosa la flota del arsenal de Puerto Kar —respondió.

¿Pero... , precisa de tanta riqueza? —proteste.

Una risa tras nosotros, me hizo palidecer, era el Capitán.

¡El arsenal recibirá dieciocho partes de las treinta, puesto que dieciocho de los barcos que formaban mi flota pertenecían al arsenal!.

     Ellos Había acordado con el consejo reservar doce partes de las treinta en que se dividiría el botín, así como que todos los esclavos fueran liberados. Clitus me miro y sonriente volvió a posar su manaza en mi cabeza alborotándome el cabello y casi hundiéndome en el banco. Ambos hombres rieron felices. Una voz retumbo en la cubierta del gran barco.

-Liberen a los esclavos y que se unan a la tripulación de Tarn Negro y leales a la tripulación y hombres del Capitan Kron Sammus de Puerto Kar!

-¡Aiiiiii!- vitorearon todos eufóricos, aquella noche sería motivo de alegrías y celebración al rallar los primeros rayos el Larl Torvis estaríamos llegando a Puerto Kar.







"Nota: Las escenas que aqui se describen en parte fueron tomadas del Libro Original de Jhon Norman, Espero sepan disculpar a este kajira por desconocer un poco de las guerras entre Libres Goreanos. espero Les guste y complazca a los lectores."

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