Capitulo VIII
Se unen dos Historias…
Muchos de los habitantes de La Gloriosa Ar, se unieron a los valientes Guerreros, todos se
habían dado a la tarea de perseguir a los Tarnsmanes, mientras estos volaban entre los alto cilindros de la ciudad, para violentar las guardias y atacar a todos los habitantes, saqueando la casa del Ubar. Dos de ellos, luchaban a muerte con los Tarnsmanes, estos se acercaban desde diferentes direcciones. Era Evidente que a esas horas no tenían la intención de abandonar la batalla mucho menos, emprender la retirada; el enemigo estaban tramando una emboscada aún peor.
Un grito, una flecha de ballesta pasó a toda velocidad por encima de donde se encontraba Zaltar y antes de que este pudiera reaccionar, apareció delante de él una oscura sombra alada que a la luz de las tres lunas, se distinguía la enorme ave solitaria, pero sobre su lomo montaba un rudo guerrero, este trataba de alcanzarlo para darle muerte con una lanza. Con seguridad hubiera dado en el blanco, si en ese instante el capitán Kapplen no lo hubiera apartado bruscamente hacia la izquierda; al hacerlo faltó poco para que chocara con los otro dos hombres que estaban en guardia esperando el momento oportuno para defenderse del ataque. Los tarnsmanes con sus jinetes a cuestas se continuaban disparando a los Arianos, con más flecha de ballesta, una de ellas golpeó ruidosamente en el escudo de Zaltar, desviandola a un lado.
Un grito, una flecha de ballesta pasó a toda velocidad por encima de donde se encontraba Zaltar y antes de que este pudiera reaccionar, apareció delante de él una oscura sombra alada que a la luz de las tres lunas, se distinguía la enorme ave solitaria, pero sobre su lomo montaba un rudo guerrero, este trataba de alcanzarlo para darle muerte con una lanza. Con seguridad hubiera dado en el blanco, si en ese instante el capitán Kapplen no lo hubiera apartado bruscamente hacia la izquierda; al hacerlo faltó poco para que chocara con los otro dos hombres que estaban en guardia esperando el momento oportuno para defenderse del ataque. Los tarnsmanes con sus jinetes a cuestas se continuaban disparando a los Arianos, con más flecha de ballesta, una de ellas golpeó ruidosamente en el escudo de Zaltar, desviandola a un lado.
Un tercer Tarsman, se acercó por
detrás cayendo de su montura y con su espada en alto se enfrentó a Zaltar quien se dio la vuelta ágilmente y alzando
su espada se defendió contra su agresor. Espada contra espada entrechocaban con
estrepitoso sonar metálico ,y una lluvia de chispas amarillas voló en todas direcciones. De alguna manera, sin darse cuenta, habían despertado la furia del Mercader. El agresor retrocedió instintivamente ante la
descarga y fuerza de Zaltar, sin
proponérselo, pudo entonces contar con un breve respiro. Fue en ese preciso instante cuando con rapidez, Zaltar, con la espada Goreana en una
mano, logro sacar su daga, y con un movimiento giratorio, repentinamente, cosa que su agresor no había considerado, con esa maniobra, se preparó para darle muerte al atacante. Clavándole la daga hasta la empuñadura en el corazón, cuando con dos grandes zancadas se puso a un lado; vio
los ojos desencajados a través de la «Y» del casco del Tarnsman, quien ahora yacía sobre el frío suelo empedrado de
las calles de la Gloriosa Ar.
Su espada chocó con más de un hombre, perteneciente al bando enemigo, mientras defendía con todas su fuerzas y agilidad su vida a la de los habitantes de la ciudad; la lucha duraría más de lo que hubieran querido, eran
muchos hombres atacando. Por fortuna, luchaba con el Capitán de la Guardia Riojano Kapplen.
De repente, Zaltar advirtió que uno de los Tarns enemigos comenzaba a desplomarse, bajo el ataque de su bando; el ave intentó recuperar el equilibrio mientras batía violentamente sus alas, el estridente rugir del animal, se hizo sonar mientras se dejaba caer al suelo, recuperándose en el último instante y con un grito agudo emprendió un ascenso a la oscuridad de la noche. De repente el guerrero hizo girar a su animal, como si pretendiera volver a atacarnos, pero en el último instante, algo llamó su atención; algo incluso, valioso, debió de notar algo que nosotros desde nuestra posición no pudimos; y ahora su nueva misión había dado un giro inesperado, y consistía en ese algo que le llamó la atención, voló hacia las murallas! El Tarnsman tiro de las riendas del animal y este emitió un chillido ensordecedor y desgarrados, que rompió los aires y emprendió la huida en la dirección que había llamado su atención.- Voló, por encima de nuestras cabeza, en el ultimo instante Zaltar pudo oir al hombre, cuando al pasar por sobre nosotros emitió un grito rabioso, y volviendo a girar se alejó velozmente en dirección a las luces de la ciudad. Fue entonces cuando Zaltar advirtió que se dirigía hacia donde había dejado hacía rato a las esclavas, pero no era posible, el las habia dejado a salvo, o no?.
Zaltar se debatía en una feroz lucha se imaginada en la posibilidad de que su esclava hubiera sido más astuta que la barbará y se le hubiera escapado, pero, ¿Cómo pudo ser tan tonto de atarla con una fibra? ¡Debi usar las cadenas!, ¡Ella había sido una libre! y durante años se había hecho pasar por un joven médico, así que, ¡si era tan diestra con el uso del arco y la daga que mas das un simple nudo! Maldijo en voz alta y terminando de dar muerte a último de los guerreros con quien luchaba se echó a correr en la misma dirección que voló el Tarnsman. Kapplen lo miro desconcertado, pero rió divertido imaginándome a donde iría su amigo.-
De repente, Zaltar advirtió que uno de los Tarns enemigos comenzaba a desplomarse, bajo el ataque de su bando; el ave intentó recuperar el equilibrio mientras batía violentamente sus alas, el estridente rugir del animal, se hizo sonar mientras se dejaba caer al suelo, recuperándose en el último instante y con un grito agudo emprendió un ascenso a la oscuridad de la noche. De repente el guerrero hizo girar a su animal, como si pretendiera volver a atacarnos, pero en el último instante, algo llamó su atención; algo incluso, valioso, debió de notar algo que nosotros desde nuestra posición no pudimos; y ahora su nueva misión había dado un giro inesperado, y consistía en ese algo que le llamó la atención, voló hacia las murallas! El Tarnsman tiro de las riendas del animal y este emitió un chillido ensordecedor y desgarrados, que rompió los aires y emprendió la huida en la dirección que había llamado su atención.- Voló, por encima de nuestras cabeza, en el ultimo instante Zaltar pudo oir al hombre, cuando al pasar por sobre nosotros emitió un grito rabioso, y volviendo a girar se alejó velozmente en dirección a las luces de la ciudad. Fue entonces cuando Zaltar advirtió que se dirigía hacia donde había dejado hacía rato a las esclavas, pero no era posible, el las habia dejado a salvo, o no?.
Zaltar se debatía en una feroz lucha se imaginada en la posibilidad de que su esclava hubiera sido más astuta que la barbará y se le hubiera escapado, pero, ¿Cómo pudo ser tan tonto de atarla con una fibra? ¡Debi usar las cadenas!, ¡Ella había sido una libre! y durante años se había hecho pasar por un joven médico, así que, ¡si era tan diestra con el uso del arco y la daga que mas das un simple nudo! Maldijo en voz alta y terminando de dar muerte a último de los guerreros con quien luchaba se echó a correr en la misma dirección que voló el Tarnsman. Kapplen lo miro desconcertado, pero rió divertido imaginándome a donde iría su amigo.-
Por error sel-leen se había
devuelto, creyó que se había alejado lo suficiente de los muros que protegían la ciudad y sin querer se había
adentrado a la zona de descarga por el lado opuesto del río, al parecer allí no
se divisaban luces ni rastros de la batalla, y cuando se dio cuenta que se
había acercado nuevamente a las cercanía de la ciudad, fue demasiado
tarde arriba en lo alto el grito del enorme pájaro le helo la sangre a la joven muchacha y sus
alas sonaban como truenos a en sus oídos, por instinto comenzó a correr, hacia el
claro despejado de árboles y maleza, corrió desesperada, a lo más ancho del
campo, lo que fue un grave error ya que el claro estaba ahora bien iluminado
por el resplandor de las tres lunas de Gor. Se dibujó en el suelo, mientras
corría, bajo sus pies la sombra del gigantesco animal que se dirigía a toda velocidad tras ella.
Sel-leen gritando, lo vio descender,
batiendo sus alas, lo vio pasar por un
lado haciendo, con la ráfaga de briza que le helo la sangre, que ella se desviara
hacia el lado contrario y ella volvió a
buscar en el cielo hacia donde se encontraba el Tarnsman, hecho nuevamente a
correr en dirección contraria estaba vez dándose cuenta de su erro corrió hacia los arboles para ocultarse nuevamente,
su corazón latía con fuerzas, si no se ocultaba entre la maleza tarde o
temprano el Tarnsman le daría caza y ese sería su verdadero fin.
De pronto, mientras corría con todas
sus fuerzas, sel-leen sintió como un lazo de cuero se enrollaba alrededor de
su cuerpo. Y al instante siguiente, sintió como este se cerraba juntando sus brazos y pegandolos a cada lado de su
cuerpo, impidiéndole movilidad alguna, y a de un tirón sintió su espalda doblarse al ser izada por los aires. De sus labios salió un grito de horror
y frustración. Justo en ese instante en que el ave comenzó a ascender sel-leen
diviso una sombra, junto a uno de los costados del pequeño muelle que daba paso
al embarcadero de la ciudad, aquella figura le era familiar, Alto y fornido, su cabello se ondulo al pasar el ave con su
batir de alas cerca de él, no pudo ver sus ojos pero se atrevería a jurar que sintió
como esos bellos ojos verdes como el mar de Thassa se posaban en ella, era la
figura del que fuera su amo, Zaltar
Mercader de Ar.
Sel-leen, consiguió tomar aire, mientras el
cielo, y el horizonte donde empezaban a verse los primeros rayos del sol,
comenzaban a girar violentamente, y fue antes de caer desmayada.-
Pero Zaltar no era el único que había presenciado la terrible escena, al
dar varios pasos en dirección al cilindro más cercano en busca de algún medio
de transporte, que le permitiera perseguir al Tarnsman, e ir resuelto por su esclava, se topó con el rostro
pálido y los ojos casi desorbitados, de la barbará ylra, quien al verlo
acercarse, lo reconoció enseguida y cayó rendida de rodillas, con su cabeza
gacha y suplicante a sus pies, sollozando y pidiendo piedad por su torpeza.-
Humillada como la esclava, que es, le pedía casi a gritos que la perdonara.
-¡Oh! Amo,
perdón, soy una torpe, un tonto animal.. Piedad, piedad!! – ylra besaba con lágrimas en sus ojos, las sandalias, llenas de tierra y sangre, de Zaltar.
-¡Estúpida
bestia, que te dije?
– el se agacho al verla y sujetándola por
el pelo la jalo con violencia y la alzó, hasta ponerla su altura; ylra era una
joven alta pero no igualaba su tamaño, Tuvo que reconocer que era una
joven hermosa, de tez bronceada por naturaleza, sus labios llenos y rojos eran
muy provocativos, y sus ojos, esos bellos ojos claros que ahora brillaban más a
causa de las lágrimas. Lo hipnotizaron, la miró un momento y posó sus ojos, en sus labios, labios que ella puso involuntariamente, en una mueca
parecida un puchero, con ese gesto ella logro aplacar un poco la ira de Zaltar, quien la soltó de golpe, él permaneció
allí de pie, y ella cayendo nuevamente a sus pies, volvió a humillarse ante el, esta vez
temblaba, mientras acariciaba con sus trémulos dedos sus pantorrillas y pegando
a ellas sus húmedas mejillas.- Zaltar
la veía desde su posición, luego con un gesto de desagrado y de rabia a la vez,
la volvió a tomar de cabello, esta vez desde atrás de la nuca y enrollando su largo cabello en su apretado puño, le hizo daño; ylra grito de dolor, y él alzando su manos derecha la dejo caer sobre el rostro de la joven y la golpeó con tal fuerza que ella cayó a unos pasos de él, golpeándole el costado
con unos barriles rotos que había en la vía, víctimas de la ardua batalla que aún se libraba en alguna pocas zonas de la ciudad, al parecer el ataque de los Tarnsmanes se había terminado. La ciudad estaba casi destruida, pero sus
hombres lucharon bien y dieron su vida con tal de defender su piedra del
hogar.-
A Zaltar no le importo que
esta se hubiera lastimado, total no era su animal, se le acercó a grandes
zancadas, ella al verlo tembló y se acurruco en el mismo sitio donde cayó, temiendo
la volviera a golpear; pero igual no se movió no debía alejarse o sería peor
para ella, él la volvio a sujetar nuevamente, pero esta vez de su collar alzándola y colocando
la cadena en la anilla del collar la ató, y sin mirarla le dijo:
-¡Ven Muévete
rápido!, ¡tú me ayudaras a conseguir de nuevo lo que me pertenece! –tiro de la cadena y se puso
en marcha. Ella iba tras el, adolorida, camino tras el mientras se agarraba un costado con sus manos.
De sus labios mana sangre del golpe dado en el rostro por el Libre.
Llegaron al centro de la ciudad,
allí estaban congregados muchos hombres, entre libres y
esclavos, todos haciendo cuentas de los daños y pérdidas, muchos de estos guerreros estaban heridos algunos esclavos
también de gravedad. otros no tanto; los guerreros le decían los pormenores a su capitán al
mando, Zaltar espero un tiempo y una
vez que vio a Kapplen solo, se
acercó tirando tras sí a ylra, quien ahora iba atada de manos a la espalda, la
arrojó a los pies de él. Esta cayó de rodillas y con la cabeza gacha, su
hermosa cabellera cayó sobre los pies de Kapplen,
estaba llorando y temblando de miedo.
-¿Es esta tu
esclava?- Zaltar sabía bien que él no era el
dueño del pequeño animalito, pero el tenia otros planes.
Riojano la miro, se movió a un lado,
separándose de la esclava y le sonrió
divertido a su amigo.
-¡No! –hizo una pausa. -¡Es de Conrrad!.
–Luego cambió el tono de su voz, ahora en su rostro se dibujaba
preocupación y su sonrisa
desapareció, estaba serio.
-¡Pero, me temo que él fue capturado por los Tarnsmanes,
así como muchos otros Guerreros!, planeamos un nuevo ataque, por mar, por aire
y por tierra.-
-¡Bien iré con
ustedes! -Dijo
sin titubear, Zaltar.
-¡Pero, amigo, tú
no eres guerreo!
– dijo Kapplen otra vez sonriente; y Zaltar camino cerca de uno de los guerreros heridos y
tomado un casco que le pidió a uno de ellos, se lo colocó sobre
la cabeza y dijo:
-¡Ahora lo soy! –Riojano
Kapplen le
puso una mano sobre el hombro, asintió y sonriendo lanzó el primer grito de
guerra de Ar seguido de todos los hombres que allí se encontraban todos
aplaudían golpeándose los hombros y golpeando sus lanzas y espadas contras sus
escudos, la batalla apenas daba comienzo.
Gannicus
Leónidas era el Tarnsman más temido de Gor, fue quien había divisado a la
bellísima sel-leen, por alguna
extraña razón se empecinó con aquella chica que corría en las afueras de Ar, él
había intuido que la joven estaba huyendo de algo o alguien o que incluso se
había logrado escapar, por su actitud y modo de andar supo que había sido,
alguna vez, una mujer libre.
a sel-leen la despertó un dolor agudo en sus
brazos, la presión que su cuerpo ejercía por su peso le quemaba y le rosaba la
piel, el comenzó a tirar de la soga para asirla y colocarla sobre la montura
del Tarn.
El
la coloco frente él se inclinó sobre su cuerpo y le ató de las
muñecas.
—¡Échate sobre
tu espalda y cruza ahora también los tobillos!. –la joven muchacha estaba
asustada, jamás se había subido sobre el lomo de un Tarn y este se tambaleaba
mucho, así que obedeció, en vista de la posibilidad de caerse del animal. Él
inclinándose del otro lado, en un momento ya había atado los tobillos cruzados
los cuales aseguró a una anilla colocada en su silla de montar.-
Quedó echada boca arriba, frente a
él, como era usual en Gor transportar a las muchachas cautivas, con su cuerpo
arqueado sobre el lomo del animal y
atado sobre la silla.
Sel-leen
tiro fuerte de sus muñecas y sus tobillos atados, y grito de frustración al
notar que no podía moverse, giro su cabeza y ahora si podía ver parte del
rostro de su captor, aunque solo fueran sus negros ojos.
-¡Libérame! – lo miro furiosa. -¡Te ordeno que me liberes!, ¡no soy una
esclava! –le dijo con fuerte voz ya que la briza que la golpeaba la hacían
sentir que no sería escuchada si no alzaba su voz.
Gannicus
Leónidas, la miró fijamente, ella no pudo ver su boca pero, sin duda había
una sonrisa sarcástica y burlona, debajo de la tela que le cubría el rostro, el
comenzó a reírse con aquella risa fuerte, ruda, de Tarnsman que tiene a su
presa atada e indefensa, frente a él y que sin lugar a duda no liberaría jamás.-
La joven giró la cabeza hacia un
lado y lloro. La habían vuelto a capturar, que suerte la suya, y su mayor
torpeza, haber salido del bosque cuando habían tarnsmanes surcando los cielo!
Comenzó a sentir el frio del norte,
sabía bien hacia dónde se dirigían, y no era a las montañas de Thentis, Entonces, con una fuerte sacudida de su espalda espalda, el Tarn se posó.
Habían llegado a Torvaldsland. Su
cuerpo comenzó a temblar, ahora no solo era de miedo.
Por lo que podía ver, de cabezas, se
hallaban en un espacio abierto en medio de una poblada aldea. A lo lejos, por
encima de los campos, pude ver montañas coronadas de nieve. Un rebaño de verrs
pastoreado por una joven y bella muchacha que llevaba un vestido de lana
blanca, sin mangas, que le llegaba a los tobillos, abierto hasta el vientre.
Observo cómo un negro aro de metal le
rodeaba el cuello.
Era bien conocido, por su
reputación, que los hombres de Torvaldsland, eran una especie de piratas, dispuesto saquear todo cuanto ellos quisieran,
apoderándose de grandes fortunas y acrecentando la suya propia. Era Ivar Forkbeard quien había, junto a sus
hombres, liberado a Chenbar de
Tyros, el Eslín del Mar, de un calabozo en Puerto
Kar, de él se decía que era audaz y poderoso, veloz con la espada y el
hacha, aficionado a las guasas, bebedor empedernido, dueño de bonitas mozas, y
que por demás, estaba loco. Se sabe que
los hombres de Torvaldsland, eran
gigantes, habituados al frío, acostumbrados a la guerra y a la labor del remo,
criados desde la juventud en abruptas y aisladas granjas junto al mar,
endurecidos por el trabajo, la carne y los cereales. Estos hombres, desde la
juventud, en fatigosos juegos, habían aprendido a correr, saltar, nadar,
arrojar la lanza, manejar la espada y el hacha, a resistir impávidos ante el
acero.
Estos hombres serían sin duda los más duros entre
los más duros, ya que sólo el más recio, el más veloz y el más experto podría
ganarse un puesto como capitán de un barco, y el hombre lo bastante colosal
para dar órdenes a hombres semejantes debía de ser el primero y el más potente
entre ellos, puesto que los hombres de Torvaldsland
no querían obedecer a ningún otro que no lo fuera; y justo así era Gannicus Leónidas quien al parecer era el
único que no pretendía navegar en una barco sino muy a pesar de todos, montaba sobre un Tarn, él, junto a su banda de Tarnsmanes conformaban una
parte de la tripulación de Ivar Forkbeard; no era capitán de
ningún barco, pero si un diestro guerrero y valiente además al igual que Ivar, era codiciado entre los
hombres por tener las mejores y más bellas Mozas a sus pies. El al igual que
Ivar era un proscrito.
Desató a la joven muchacha y la
ayudó a bajar del ave. Ella ahora de pies con las manos y los tobillos
atados, pudo ver como hombres
procedentes de la empalizada y los campos corrían ahora en dirección al muelle.
Llevaban descubierta la cabeza; algunos vestían zamarras y otros pantalones de
piel y túnicas de lana teñida. Vio además
los cobertizos con techo de tablas la villa, aquella escena se veía
acogedora.
La muchacha pudo ver como en dirección
contraria a donde corrían la mayoría de los hombres y mujeres de Torvaldsland
se abría paso entre la multitud, que emocionaba iban a recibir a los hombres y
su botín recién capturado provenientes de una lucha ganada en Ar, una joven y
esbelta muchacha.
-¡Mi Jarl! –Grito cuando lo estuvo más
cerca.
-¿Es usted?, ¡qué alegría! —Gimoteo corrió a su lado, abrazándolo, y alzando
los labios para besarlo justo a la altura de su garganta, debajo de la barbilla. Sel-leen pudo ver que la hermosa rubia
llevaba puesto un collar de hierro negro, remachado, y con una argolla soldada
a la que podía engancharse una cadena. Ella llevaba un vestido de lana blanco
que le llegaba hasta los tobillos y era
abierto hasta el vientre. Las ropas la hacían lucir hermosa la brisa
batía su hermosa y lacio cabello.
La rubia la vio como quien está
acostumbrada a ver que su amo lleve baratijas sin valor y luego las arroja a la
basura y continuo buscando la manera de llamar la atención de su Jarl. Sel-leen le desvió la mirada mientras
la rubia ponía sus sensuales labios a la
disposición de su amo, él la asió entre sus brazos y le beso, mientras
le recorría el cuerpo con las manos; luego la apartó de sí bruscamente. Ahora
se volvía a fijar en sel-leen le
levantó el mentón y le admiro el rostro.
-¡Ummm, no me equivoque sabía
que mi buena vista no me traicionaba!
-¡libérame, soy una verde,
puedo trabajar para ti, será la medico de tu villa!
Sel-leen no lo vio venir, estaba desesperada rogando por su libertad, cuando el alto y rudo Tarnsman la golpeó con su gran manaza en el rostro lanzándose al suelo, la joven rubia a su lado se puso enseguida de rodillas temiendo que ella también pudiera ser víctima del enojo de su Jarl. Esta se posó a sus pies quietecita.
-¡No recuerdo haberte dado permiso
para hablar, esclava!
–le dijo con su voz dura.
Sel-leen
ahora lloraba de dolor y frustración sus dientes rechinaron de ira, lo miro
desde el suelo, podía sentir la sangre dentro de su boca, sus manos apoyadas en
el suelo, él la asió por el pelo y la arrastro tras sí, seguidos de cerca de
ellos iba la joven rubia, mientras sel-leen batallaba por liberarse, lucharía con todas sus fuerzas, aun que se le fuera la vida en ello.-
*Próximamente, el ultimo capitulo...*